La defensora del arte



Lula era una mujer alegre y risueña que siempre había sido muy apasionada por el arte.

Había trabajado durante muchos años en una gran empresa, pero un día decidió que ya era hora de hacer algo diferente con su vida. Así fue como Lula dejó su trabajo y se dedicó a enseñar arte a los niños de su calle.

Todos los días, después del almuerzo, los pequeños se reunían en la plaza para aprender de la mano de Lula. Un día, mientras pintaban dibujos coloridos en el papel, uno de los niños preguntó:- Lula, ¿por qué dejaste tu trabajo para enseñarnos arte? Lula sonrió y respondió:- Porque creo que el arte es muy importante.

Nos ayuda a expresarnos y conectarnos con nuestro interior. Además, me hace feliz compartir mi pasión con ustedes. Los niños asintieron con entusiasmo y continuaron pintando sus obras maestras.

Pero algo extraño comenzó a pasar esa tarde: las pinturas empezaron a desaparecer misteriosamente del papel. Los colores se mezclaban entre sí formando nuevas figuras imposibles de imaginar. Los niños no podían creer lo que veían ante sus ojos. - ¡Miren! ¡Las pinturas cobran vida! -exclamó emocionado uno de ellos.

De repente, todas las obras maestras saltaron del papel y comenzaron a danzar alrededor de la plaza. - ¡Es increíble! -dijo otro niño maravillado-.

¡Nunca había visto algo así! Lula sonrió al ver la emoción en los rostros de los pequeños. - El arte tiene ese poder -les dijo-. Nos permite imaginar cosas que nunca antes habíamos visto. Desde aquel día, los niños no dejaron de asistir a las clases de Lula.

Cada vez que pintaban algo nuevo, esperaban con ansias ver cómo cobraba vida en sus manos. Pero un día, mientras todos estaban concentrados en su trabajo, una sombra se acercó sigilosamente y comenzó a robar las pinturas.

- ¡Alto ahí! -gritó Lula al ver lo que estaba ocurriendo-. ¿Qué estás haciendo? La sombra se detuvo y se dio vuelta lentamente para enfrentarla. - Soy la reina de las sombras -dijo con voz grave-. Y he venido a llevarme todo el arte que has creado.

Lula no se amedrentó ante la amenaza. Se paró firme frente a la reina de las sombras y le dijo:- El arte es para ser compartido. No puedes llevártelo todo contigo.

Entonces, Lula comenzó a cantar una canción suave y dulce. Los niños la acompañaron con sus voces melodiosas hasta que la reina de las sombras comenzó a desvanecerse poco a poco. Cuando desapareció por completo, todas las pinturas volvieron mágicamente al papel.

Los niños aplaudieron emocionados mientras abrazaban a Lula. - Gracias por enseñarnos el valor del arte -le dijeron entre lágrimas de felicidad.

Desde aquel día, todos los niños aprendieron una valiosa lección: el arte es un regalo maravilloso que podemos compartir con los demás sin temor alguno. Y gracias a Lula, descubrieron que el arte puede ser mágico y transformador.

FIN.

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