La defensora del balón


Había una vez un grupo de amigos que se reunían todos los sábados en el parque para jugar y divertirse. Entre ellos, estaba Ana, una niña muy curiosa que siempre hacía muchas preguntas.

Un día, mientras jugaban al fútbol, Ana notó que uno de sus amigos, Juan, comenzó a explicarles a los demás cómo debían jugar.

Ana se acercó a escuchar lo que decía Juan y se sorprendió al darse cuenta de que él les estaba hablando como si ellos no supieran nada sobre el juego. "Chicos, esto es así porque el fútbol se juega así", dijo Juan con tono autoritario. Ana no podía creer lo que estaba escuchando.

Ella sabía mucho sobre fútbol y también sabía que sus amigos eran muy buenos en ese deporte. "Juan, ¿por qué nos estás explicando algo que ya sabemos?", preguntó Ana con su voz dulce pero firme.

"Bueno, es solo para asegurarme de que todos entiendan bien las reglas del juego", respondió Juan sin darle importancia a la pregunta de Ana. Ana sintió una mezcla de frustración e indignación.

No era justo que Juan asumiera que ella y sus amigos no sabían nada sobre fútbol solo porque eran niños.

Además, ella conocía a varios equipos profesionales cuyos entrenadores eran mujeres ¡y ellas sí sabían mucho! Decidió entonces hacer algo al respecto:—"Juan" , dijo Ana levantando su voz para llamar la atención del grupo "¿Te has dado cuenta de lo mal educado que estás siendo? Nos estás tratando como si fuéramos tontos y eso no es justo. Todos aquí sabemos cómo jugar al fútbol, así que deja de explicarnos cosas como si fuéramos bebés".

Los demás niños se quedaron en silencio, sorprendidos por las palabras de Ana. Juan también pareció sorprendido, pero luego de unos segundos asintió. "Tienes razón, Ana. Me disculpo por haber sido tan arrogante.

No volverá a pasar", dijo Juan con humildad. Ana sonrió aliviada y el grupo volvió a jugar al fútbol con más entusiasmo que nunca antes.

Desde ese día en adelante, todos los sábados cuando se reunían para jugar, recordaban la lección que aprendieron gracias a Ana: nunca subestimes a alguien solo por su edad o género. Todos tenemos algo valioso que ofrecer y siempre debemos respetar las habilidades y conocimientos de los demás, sin importar quiénes sean o cómo luzcan.

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