La Despedida Mágica de Rosa
Era un hermoso día soleado en el jardín de infantes donde Rosa trabajaba como psicóloga. El aire estaba lleno de risas, colores y el murmullo de los pequeños. Pero hoy, para Rosa, era un día especial. Era su último día en el salón y quería dejar una huella imborrable en los corazones de sus alumnos.
Rosa se puso su gorra de cuento y, con una sonrisa radiante, se acercó a sus pequeños:
"¡Hola, mis tesoros! Hoy vamos a tener una sorpresa muy especial. ¿Quieren escuchar una historia mágica sobre las despedidas?"
"¡Sí!" gritaron al unísono los niños, saltando de emoción.
Así que Rosa se acomodó en una alfombra suave y comenzó a contar su historia:
"Érase una vez un reino mágico llamado Adiós, donde vivían criaturas coloridas que siempre decían adiós con una sonrisa. En este reino, cada vez que alguien se despedía, organizaban una fiesta muy especial para celebrar los buenos momentos vividos."
Los niños escuchaban atentamente, con los ojos llenos de asombro. Rosa continuó:
"Una tarde, una pequeña mariposa llamada Lili estaba muy triste porque su mejor amiga, la luciérnaga Pipo, tenía que mudarse. Así que Lili fue a buscar a la Reina de las Despedidas, una majestuosa mariposa dorada que sabía todo sobre las despedidas."
"¿Cómo puedo hacer que Pipo no se vaya?" le preguntó Lili, con su vocecita temblorosa.
"Querida, cuando alguien se va, es una oportunidad para recordar los momentos felices que compartieron. Pero no te preocupes, ¡podemos hacer una gran fiesta de despedida!" respondió la Reina.
"¿Una fiesta?" preguntaron los niños, emocionados.
"Exactamente. Así todos podrán compartir lo que más les gustó de su amistad con Pipo, y juntos recordarán por siempre esos momentos llenos de alegría."
Entonces, la Reina convocó a todas las criaturas del reino, desde los saltamontes bailarines hasta los grillos cantores, para que se unieran a la fiesta. Rosa pausó la historia por un momento.
"¡Los chicos! ¿Qué cosas lindas piensan que podría decir Lili sobre Pipo en la fiesta?"
"Le diría que la quiere mucho y que siempre tienen que jugar juntas", sugirió una pequeña llamada Sofía.
"¡Qué lindo!" dijo Rosa. "Es una manera hermosa de recordar a Pipo. ¿Qué más?"
"Podría contarle cómo volaron juntas en el parque", agregó Lucas.
Rosa sonrió, feliz de ver cómo sus alumnos se sumergían en la historia. Prosiguió:
"Así que Lili, inspirada por las ideas de sus amigos, decidió crear un enorme mural lleno de dibujos y recuerdos que compartieron. Cuando llegó el día de la fiesta, todos se reunieron para brindarle a Pipo un gran abrazo y llenarla de sorpresas. Entre risas, bailes y muchas historias, Lili entendió que, aunque su amiga se fuera, siempre la llevaría en su corazón."
"¡Qué bueno!" exclamó un niño.
Pero, cuando llegó el momento de la despedida, Pipo llegó un poco triste. Rosa continuó:
"La luciérnaga miró a Lili con ojos brillantes y dijo: 'Siempre estarás en mis recuerdos, y cada vez que mires al cielo de noche, verás mi luz recordándote'."
"¿Entonces pueden seguir siendo amigas?" preguntó María.
"Así es, querida. Las despedidas no significan el final, sino la posibilidad de mantener a nuestros amigos en nuestros corazones."
En ese momento, Rosa miró a sus alumnos y sonrió:
"Así como Lili y Pipo, siempre pueden llevarse los recuerdos de cada uno de ustedes, aunque yo no esté aquí en el salón. Cada vez que se busquen a sí mismos o escuchen el murmullo del viento, ahí estaré, en los corazones de cada uno de ustedes."
Rosa, sintiendo una punzada de emoción en su corazón, les propuso:
"Vamos a hacer un mural hoy, aquí y ahora, para que cada uno deje un mensaje para los demás. Así, siempre recordarán lo especiales que son."
Los niños comenzaron a dibujar y a escribir mensajes llenos de cariño, risas y promesas de amistad eterna. E inmediatamente, el salón se convirtió en un arcoíris de colores y sentimientos.
"Rosa, siempre serás nuestra psicóloga mágica", dijo Juan, mientras dibujaba un enorme sol.
"Y siempre serás parte de nuestra historia", agregó Valentina, dibujando una mariposa.
Al final de la jornada, los alumnos se abrazaron y juntos cantaron una canción que habían inventado, despidiéndose de Rosa con alegría y promesas de amistad.
Rosa se despidió con un fuerte abrazo y lágrimas de felicidad en los ojos, sabiendo que había sembrado en ellos la semilla de la magia de las despedidas.
Así, aquellos niños aprendieron que las despedidas no solo son tristes, sino que pueden ser momentos de celebración, recordando siempre que, aunque a veces digamos adiós, las verdaderas conexiones nunca desaparecen.
FIN.