La detective de las máscaras



En un pequeño pueblo llamado Mascotín, todos sus habitantes llevaban máscaras de animales. Cada máscara representaba la esencia de quien la portaba. Así, los más alegres llevaban máscaras de pájaros vibrantes, los valientes, de leones robustos, y aquellas personas que amaban la astucia, como nuestra protagonista, la detective Lía, llevaban una máscara de gato negro.

Lía era conocida en todo el pueblo por sus habilidades de investigación y su aguda percepción. Su máscara negra, suave y misteriosa, acentuaba su personalidad inquieta y curiosa. Un día, mientras caminaba por el bullicioso mercado de Mascotín, se encontró con un alboroto.

"¡Lía, Lía!" -gritó Fer, un niño con una máscara de ardilla-. "¡Algo raro está pasando! ¡Un perro de pelaje dorado ha desaparecido!"

"¿Un perro? Eso suena extraño. ¿Quién lo ha visto por última vez?" -preguntó Lía con interés.

"Estaba con su dueño cerca del río, pero de repente, ¡puf! Se esfumó" -dijo Fer, moviendo su cola de ardilla nerviosamente.

Lía decidió investigar. Junto a Fer, recorrieron cada rincón del pueblo, consultando a los habitantes sobre el misterioso acontecimiento. Cada respuesta los llevaba a nuevas pistas: la anciana Clara con su máscara de búho había escuchado un ruido extraño, mientras que Raúl, con su máscara de cebra, había visto sombras moverse cerca de los árboles.

"Puede que haya alguien o algo que esté detrás de esto" -advirtió Lía, su curiosidad creciendo con cada nueva pieza del rompecabezas.

A medida que avanzaban en su búsqueda, se encontraron con una gran fogata en la plaza. Todos los habitantes, con sus coloridas máscaras, estaban reunidos alrededor de la llama.

"¡Esa fogata no deberíamos considerarla un peligro!" -exclamó Lía al acercarse con Fer.

"¡Es una celebración, Lía!" -respondió Valentina, con su máscara de mariposa pintada de colores brillantes. "¿Por qué no te unes?".

"¡No, debemos encontrar al perro!" -dijo Lía, preocupada. La celebración no le parecía tan alegre después de todo.

Esa noche, decidieron continuar la búsqueda bajo la luz de la luna. Siguieron el rastro de una extraña sombra que se deslizaba por las calles.

De repente, ante ellos, apareció un misterioso túnel oscuro en el suelo. El aire frío y ominoso provenía de su interior.

"¿Te das cuenta de que esto es peligroso?" -dijo Fer, temblando detrás de Lía.

"Pero si no exploramos, nunca sabremos la verdad" -respondió Lía, dando un paso hacia el túnel. Con cada paso que daban, los susurros en el aire se volvían más intensos, llenos de ecos.

Cuando llegaron al final del túnel, se encontraron con una habitación amplia, iluminada por antorchas. En el centro, un gran perro de pelaje dorado estaba rodeado de máscaras rotas y figuras misteriosas que llevaban envoltorios oscuros.

"¡Eso es! ¡Es él!" -gritó Fer al ver al perro.

Pero lo que encontraron fue más escalofriante de lo que imaginaron. Las figuras oscuros levantaron la mirada: eran habitantes del pueblo, pero sus máscaras estaban quebradas, distorsionadas, convirtiéndolos en sombras aterradoras.

"¿Qué están haciendo aquí?" -dijo Lía, con voz firme.

"Vinimos a buscar nuestra verdadera naturaleza" -respondió una de las figuras, su voz resonando como un eco. "No somos sólo nuestros animales. Hemos olvidado ser nosotros mismos.

Entonces, el perro dorado habló.

"No quiero volver, Lía. Aquí soy libre".

Fue un instante de revelación. Lía comprendió que el perro había encontrado un lugar donde no estaba limitado por su máscara, algo que muchos en Mascotín habían olvidado.

"La verdadera libertad es ser uno mismo, con o sin máscara" -dijo Lía, y su voz resonó en la habitación.

Aquel lugar de sombras comenzó a desvanecerse. Las máscaras rotas se desintegraron en el aire, y el túnel osciló.

Salieron corriendo, con el perro a su lado, y al llegar al pueblo, todos se dieron cuenta del verdadero regalo de Lía: la aceptación de ser quienes eran realmente, sin las limitaciones de sus máscaras.

Desde aquel día, los habitantes de Mascotín aprendieron a mostrarse tal como eran, dejando atrás el miedo a lo desconocido, y Lía se convirtió en la heroína que les enseñó que tras cada máscara, existe un corazón lleno de sueños y autenticidad.

FIN.

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