La directora que inspiró a enseñar


En un colegio muy especial de Buenos Aires, los profesores estaban viviendo momentos de mucho estrés. La cantidad de tareas, reuniones y responsabilidades parecían estar superándolos.

Todos los días llegaban temprano y se iban tarde, con la cabeza llena de preocupaciones y el corazón agobiado. La directora del colegio, la señorita Marta, notó que algo no estaba bien. Ella era una mujer sabia y comprensiva, que siempre buscaba el bienestar de su equipo.

Decidió entonces convocar a una reunión urgente en la sala de profesores para abordar la situación. "Buen día a todos", comenzó la directora Marta con voz serena pero firme. "Hoy quiero hablarles sobre algo muy importante: el estrés que están sintiendo".

Los profesores se miraron entre sí con gestos de sorpresa y complicidad. Algunos asintieron con resignación, mientras otros bajaban la mirada avergonzados. "Sé que están pasando por un momento difícil", continuó la directora Marta.

"Pero debemos recordar por qué elegimos ser docentes en primer lugar: por amor a nuestros alumnos y por la pasión por enseñar". Las palabras de la directora resonaron en el silencioso salón.

Los profesores reflexionaron sobre sus motivaciones originales y recordaron las sonrisas de los niños cuando entendían una lección o lograban resolver un problema. "Es cierto que nuestro trabajo es exigente", admitió la directora Marta.

"Pero juntos podemos encontrar formas de aliviar este estrés y recuperar nuestra alegría en el aula". Los profesores se miraron nuevamente, esta vez con determinación en sus ojos. Estaban dispuestos a escuchar las sugerencias de su directora y colaborar para mejorar su situación.

A lo largo de esa semana, implementaron pequeños cambios en su rutina diaria: dedicaron más tiempo al descanso, compartieron actividades recreativas después del horario escolar e incluso organizaron jornadas especiales para celebrar sus logros como equipo.

Con el paso de los días, los profesores comenzaron a notar cómo el ambiente en el colegio se volvía más armonioso y positivo. Los niños percibieron la diferencia y respondieron con entusiasmo renovado en clase. Una mañana soleada, durante el recreo, uno de los alumnos se acercó tímidamente a la directora Marta.

"Seño Marta", dijo el niño con una sonrisa radiante. "¡Gracias por hacer que mis maestros estén felices otra vez! Ahora las clases son aún más divertidas". La directora Marta sintió cómo su corazón se llenaba de gratitud y orgullo.

Había logrado ayudar a sus queridos profesores a superar momentos difíciles y redescubrir su pasión por enseñar. Y así, juntos como un gran equipo comprometido con su vocación educativa, siguieron adelante enfrentando cada desafío con valentía y optimismo.

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