La distancia no es obstáculo


Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, tres amigos inseparables llamados Martín, Sofía y Valentina. Eran tan cercanos que cada año se reunían para celebrar juntos la llegada del Año Nuevo.

Sin embargo, algo inesperado ocurrió cuando comenzaron el sexto grado en la escuela. Martín había sido transferido a otra ciudad debido al trabajo de sus padres.

Los tres amigos estaban tristes por esta separación, pero sabían que debían seguir adelante y hacer nuevos amigos en su nueva escuela. El primer día de clases fue emocionante pero también un poco intimidante para ellos.

A medida que pasaba el tiempo, Martín hizo nuevos amigos en su nueva escuela y se adaptó rápidamente a su nuevo entorno. Pero siempre recordaba con cariño las aventuras que compartió con Sofía y Valentina durante los años anteriores.

Un día, mientras caminaba por el patio de la escuela durante el recreo, Martín vio a dos niñas jugando a las escondidas. Se acercó sigilosamente y se dio cuenta de que eran Sofía y Valentina.

No podía creerlo; ¡habían vuelto a encontrarse! Martín corrió hacia ellas gritando: "¡Sofía! ¡Valentina! ¡Soy yo, Martín!" Las chicas miraron sorprendidas y luego sonrieron ampliamente al reconocerlo. Desde ese día, los tres amigos volvieron a ser inseparables como antes. Juntos compartieron risas, secretos y juegos divertidos durante todo el año escolar.

Una tarde soleada después de las clases, decidieron revivir uno de sus juegos favoritos: las escondidas. Pero esta vez, decidieron agregarle un giro especial. Cada uno de ellos tendría que esconder algo valioso y el primero en encontrar los tres objetos sería el ganador.

Martín decidió esconder su gorra favorita en un árbol del parque cercano. Sofía eligió ocultar su pulsera más preciada en la caseta del jardinero. Y Valentina guardó sus lentes de sol en una mochila abandonada cerca del patio de juegos.

Con mucho entusiasmo, comenzaron a buscar los tesoros escondidos. Corrían por todos lados, explorando cada rincón del parque con emoción y alegría.

Mientras buscaban, recordaban las aventuras pasadas y se daban cuenta de cuánto habían crecido desde aquella primera noche de Año Nuevo. Después de un rato, Martín encontró la gorra colgando del árbol y gritó emocionado: "¡Encontré mi tesoro!" Sofía fue la siguiente en descubrir su pulsera brillante dentro de la caseta del jardinero.

Valentina estaba ansiosa por encontrar sus lentes de sol cuando escuchó una risa proveniente detrás de ella. Se dio vuelta rápidamente y vio a Martín sosteniendo sus lentes frente a ella. "¡Felicitaciones, Valentina! ¡Eres la ganadora!", exclamaron Sofía y Martín al unísono.

Los tres amigos se abrazaron emocionados mientras celebraban juntos el final del juego. Aprendieron que aunque pueden separarse físicamente durante algún tiempo, siempre hay una oportunidad para volver a encontrarse y reavivar su amistad.

Desde ese día, Martín, Sofía y Valentina siguieron siendo los mejores amigos. Compartieron nuevas aventuras, risas y desafíos juntos durante toda su vida escolar. Y así, esta historia nos enseña que la amistad verdadera puede superar cualquier distancia o obstáculo.

Nos muestra la importancia de valorar a nuestros amigos y recordarnos mutuamente que siempre estaremos allí el uno para el otro, sin importar qué tan lejos estemos.

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