La Doctora Manos de Luz



Había una vez, en un pueblito llamado Saludín, una joven doctora llamada Clara. Desde que era pequeña, soñaba con ayudar a los demás, así que decidió estudiar medicina. Clara había pasado muchos años en la universidad y había aprendido todo sobre el cuerpo humano, los medicamentos y cómo curar a los pacientes. Pero había un secreto que ella no sabía: en sus manos había un poder especial.

Un día, mientras Clara atendía su primera consulta en la clínica del pueblo, notó que una niña llamada Sofía se veía triste.

"Hola, Sofía. ¿Qué te pasa?" - Preguntó Clara con una sonrisa.

Sofía, con lágrimas en los ojos, le respondió: "Me duele mucho la pancita y no puedo jugar con mis amigas."

Clara, conmovida, decidió examinar la pancita de Sofía. Mientras lo hacía, sintió que una energía cálida recorría sus manos. Sin saber por qué, empezó a pasar sus manos por encima de la pancita de la niña. Para su asombro, Sofía empezó a sonreír.

"¡Ya no me duele!" - exclamó Sofía sorprendida.

Clara se quedó sorprendida.

"¿Cómo puede ser?" - pensó. Desde ese día, Clara comenzó a experimentar ese mismo fenómeno con otros pacientes. Las abuelitas con dolores de espalda, los niñitos con gripes y hasta los perritos de la zona que se lastimaban, todos parecían sentirse mejor después de que ella pasaba sus manos sobre ellos.

Un día, llegó un nuevo paciente, don Felipe, el más anciano del pueblo, que había llegado con una gran herida en la pierna.

"Doctora, creo que no hay nada que hacer..." - dijo don Felipe con voz de desánimo. Clara lo miró con determinación y le dijo:

"Voy a intentar ayudarte, don Felipe. No se rinda."

Clara colocó sus manos sobre la herida y, en un instante, sintió una luz brillando en sus palmas. A medida que la luz crecía, la herida en la pierna de don Felipe comenzó a cerrarse.

"¡Esto es increíble!" - gritó don Felipe, observando cómo su pierna se recuperaba ante sus ojos.

Sin embargo, con tanto poder venía la responsabilidad. Clara decidió que no podía contarle a nadie sobre sus poderes especiales. Temía que la gente no entendiera y la tachara de loca. Así que siguió ayudando en secreto, pero empezaron a pasar cosas raras en el pueblo. Los pacientes iban y venían, y todos parecían mejorar, pero Clara nunca recibía el reconocimiento por su trabajo.

Un día, un periodista del pueblo, Martín, llegó a la clínica para investigar el misterio de los milagros que estaban sucediendo. Clara le oyó hablar con una de sus pacientes, que decía: "Es la Doctora Manos de Luz, ¡ella es mágica!"

"¿Mágica? No puede ser, debe haber una explicación científica." - dijo Martín, muy curioso.

"No, ya no hay dudas, yo me sentía mal y ella me tocó y ahora estoy bien" - insistió la señora.

Clara se sintió preocupada al escuchar esto. "Tal vez debería hablar con él", pensó. Así que un día, Martín entró a su consultorio.

"Doctora Clara, ¿puedo hacerle algunas preguntas?" - preguntó Martín.

Clara asintió "Por supuesto, Martín, cuéntame."

"La gente dice que tiene un don. ¿Cómo es posible que cure a todos tan rápido?"

Clara, con un nudo en la garganta, decidió contarle.

"Martín, no entiendo del todo, pero siento que mis manos pueden ayudar a sanar a las personas. No estoy segura de cómo funciona, pero quiero usarlo para ayudarme a bien."

Martín escuchó con atención y reflexionó.

"Lo que tienes es un regalo, Clara. Lo que haces es maravilloso. Tal vez deberías compartirlo con el mundo."

Clara se sintió confundida. Era cierto, pero tenía miedo. Pero luego recordó las sonrisas de sus pacientes y supo que no podía ocultarlo más. Decidió hacer una reunión con los habitantes de Saludín para explicarles lo que ocurría. Hizo volantes y organizó una charla en la plaza.

"Queridos vecinos, quiero compartir con ustedes algo que ha estado ocurriendo en la clínica. Mi intención siempre ha sido ayudarles, y he descubierto que tengo un don..." - comenzó Clara.

La gente escuchaba asombrada mientras Clara les hablaba de sus experiencias. Cuando terminó, un gran aplauso resonó entre los presentes. Todos estaban felices por su valentía y decidieron apoyarla.

"¡Eres nuestra Doctora Manos de Luz!" - gritaron con alegría. Desde ese día, Clara no solo fue reconocida como la doctora del pueblo, sino también como una amiga y guía de todos. Sus poderes se volvieron conocidos, y la gente venía de muy lejos para recibir su ayuda.

Clara comprendió que el verdadero poder no estaba solo en sus manos, sino en el amor y la conexión que generaba con sus pacientes. Ella decidió usar su don para enseñar a otros sobre la importancia de cuidar y sanar, convirtiéndose en una fuente de inspiración para muchos jóvenes que también soñaban con ser médicos.

Y así, la Doctora Manos de Luz, terminó enseñando a otros doctores sobre la empatia. Clara curaba con sus manos, pero también con su corazón, y nunca olvidó que el camino de la medicina era tanto ciencia como magia, siempre impulsado por el amor.

Y colorin colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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