La donación de mamá



Había una vez un niño llamado Tomás que vivía con su mamá en una pequeña casa en el campo.

Un día, mientras jugaba en el bosque cercano a su casa, Tomás se encontró con unos extraños seres: ¡zombies! Los zombies lo persiguieron hasta la entrada de su hogar y ahí fue cuando uno de ellos logró morderlo. Tomás estaba muy asustado y no sabía qué hacer. Corrió hacia su mamá para pedirle ayuda.

"¡Mamá, mamá! ¡Me mordió un zombie!", gritó Tomás. Su madre se sorprendió al ver la herida en el brazo de su hijo, pero rápidamente recordó lo que debían hacer:"Tranquilo mi amor, ahora mismo te voy a curar", dijo ella calmadamente.

Tomás estaba confundido porque siempre había escuchado que si alguien era mordido por un zombie se convertiría en uno de ellos. Pero su madre le explicó que eso era solo ficción y que los zombies eran criaturas imaginarias.

Después de limpiar la herida y ponerle una venda, la mamá de Tomás notó algo extraño: las venas del brazo de su hijo estaban tornándose negras. Preocupada, decidió llevarlo al médico inmediatamente.

El doctor examinó a Tomás detenidamente y descubrió algo sorprendente: la sangre del niño estaba reaccionando ante algún tipo de virus desconocido. La única manera de salvarlo era transfundirle sangre fresca. La mamá de Tomás estaba preocupada porque no tenía familiares cercanos ni amigos para donar sangre.

Pero entonces recordó algo: ella misma había donado sangre hace unos años y tenía una carta de agradecimiento del banco de sangre. Sin pensarlo dos veces, la mamá de Tomás llamó al banco de sangre para pedir ayuda.

Afortunadamente, encontraron una bolsa con su tipo sanguíneo y pudieron hacerle la transfusión a Tomás. Después de unas horas, el niño se recuperó por completo y estaba muy agradecido con su madre y con los doctores que lo habían ayudado.

Pero lo más importante que aprendió fue que en momentos difíciles siempre hay soluciones si uno mantiene la calma y busca ayuda. Ahora, cada vez que veía alguna película o dibujo animado sobre zombies, Tomás sonreía sabiendo que no eran reales.

Y su mamá estaba feliz porque había salvado la vida de su hijo gracias a su donación de sangre. Desde ese día, la familia decidió hacerse donantes voluntarios para contribuir a salvar vidas como lo habían hecho con ellos.

Y así vivieron felices para siempre en su pequeña casa en el campo.

FIN.

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