La Dulce Aventura de Sofía



En un colorido barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Sofía. Sofía era conocida por todos como "la niña más dulce" porque le encantaban los caramelos, los chocolates y todas las golosinas que se pudieran imaginar. Cada día, después de la escuela, corría a la tienda de doña Clara para comprar dulces.

"Hoy quiero un kilo de gomitas y un tarro de chocolates, doña Clara!" - decía siempre con una gran sonrisa.

Doña Clara, un poco preocupada, le decía: "¡Sofía! No puedes comer tantos dulces. Tienen mucho azúcar y eso no es bueno."

"Pero doña Clara, son tan ricos y me hacen feliz!" - respondía Sofía mientras llenaba su bolsita de colores.

Los días se convertían en semanas, y las semanas en meses. Sofía seguía disfrutando de sus dulces. Sin embargo, un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, comenzó a sentirse un poco rara. Tenía mucha energía, pero a la vez, era como si su estómago hiciera piruetas.

"Sofía, ¿estás bien?" - le preguntó su amiga Valentina, preocupada.

"Sí, solo tengo un poco de cosquilleo en el estómago" - respondió Sofía, pero en el fondo sabía que no era normal.

Al día siguiente, decidió ir a casa de doña Clara para comprar más dulces. Pero esta vez, se encontró con una sorpresa. La tienda estaba llena de frutas frescas.

Doña Clara le sonrió y le dijo: "Hoy, Sofía, he traído cerezas, manzanas y bananas. ¡Son tan deliciosas como los dulces, pero mucho más sanas!"

"¿Frutas?" - Sofía frunció el ceño. "No son tan divertidas como los dulces..."

Pero curiosa, decidió probar una cereza. Al morderla, sus ojos se iluminaron.

"¡Es... rica!" - exclamó Sofía, sorprendiéndose.

"¡Te dije que había sabores increíbles en la fruta!" - le dijo doña Clara, riendo. "Te invito a un juego. Por cada fruta que pruebes, yo te daré un dulce de recompensa. Pero debes prometerme que la próxima vez traerás a tus amigos, y así todos disfrutan."

Sofía, entusiasmada por la idea, aceptó el desafío. Pasó la tarde en la tienda, probando cerezas, peras y hasta melones. Cada vez que disfrutaba de una fruta, la sonrisa en su rostro crecía.

"¡Esto es genial!" - gritó, sabiendo que sus amigos apreciarían la actividad.

Al día siguiente, Sofía llevó a Valentina y a sus otros amigos a la tienda. Todos probaron la fruta y reían mientras descubrían nuevos sabores.

"¡No puedo creer que una manzana sea tan jugosa!" - exclamó Valentina.

"Y son menos pegajosas que los chicles!" - agregó Tomás, mordiendo una rodaja de sandía.

Los niños empezaron a hacer competiciones de quién podía probar más frutas, y Sofía sintió que la energía de su estómago desapareció, reemplazada por la diversión. Al final de la tarde, Sofía y sus amigos se reunieron con doña Clara.

"Gracias por enseñarnos sobre las frutas, doña Clara. ¡Son muy divertidas!" - dijo Sofía, con la boca llena de un plátano.

"Verán, chicos, disfrutar de los dulces de vez en cuando está bien, pero agregar frutas a sus días les hará sentir mucha más energía y alegría. Es un equilibrio muy importante. ¡Recuerden eso!"

Desde ese día, Sofía no solo llenaba su bolsita con dulces, también llevaba frutas frescas y las compartía con sus amigos. Su vida se llenó de sabor, energía y momentos inolvidables.

Y así, una simple aventura gastronómica convirtió a Sofía en la "niña más dulce y saludable" del barrio, enseñando a todos cómo disfrutar de un balance perfecto entre golosinas y frutas.

"Me gusta ser saludable, ¡y los dulces pueden esperar!" - decía Sofía al despedirse de sus amigos, con una sonrisa en el rostro.

Y así, Sofía aprendió que la felicidad no solo se encontraba en los dulces, sino en todos los sabores que la vida tenía para ofrecer.

FIN.

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