La Encantadora Fiesta de Cartagena
En una colorida y bulliciosa Cartagena, donde las olas del mar susurran historias de antaño y los tambores laten con fuerza, vivía una niña llamada Sofía. Ella soñaba con ser la Reina de las Fiestas de Independencia, algo que llenaba su corazón de alegría y emoción.
Un día, mientras exploraba el mercado con su abuela, Sofía se topó con una antigua caja de madera. Al abrirla, descubrió todo tipo de instrumentos musicales: maracas, un tambor, y hasta un sombrero brillante que pertenecía a una reina de años pasados.
- “¡Mirá, abuela! ¿Puedo tocar algo? ” - preguntó Sofía, emocionada.
- “Claro, mi vida. Pero ten cuidado, que estos instrumentos tienen magia. ¡Cuentan historias! ” - respondió su abuela, sonriendo.
Sofía comenzó a tocar el tambor con ritmo, y de repente, una luz brillante la rodeó. De la nada, apareció un grupo de fantásticas criaturas que danzaban al son de su música. Eran duendes de la música cartagenera, cada uno con disfraces llenos de colores que brillaban como el sol.
- “¡Hola, Sofía! ¡Ven a bailar con nosotros! ” - gritó uno de los duendes, mientras hacía una pirueta graciosa.
Sofía no pudo resistir la invitación y se unió a la danza del Mapalé. Los duendes movían sus cuerpos con alegría, tirando confeti dorado por todas partes. El ritmo era contagioso.
- “¡Esto es increíble! ¡Soy tan feliz! ” - exclamó Sofía, riendo a carcajadas mientras giraba en la pista de baile.
Mientras bailaban, los duendes revelaron un secreto: había un concurso de danza en la ciudad y la niña que ganara se convertiría en la Reina de las Fiestas de Independencia.
- “Tienes que preparar tu mejor baile, Sofía. ¡La champeta te espera! ” - dijo otro duende, mientras marcaba el ritmo con las maracas.
Sofía decidió que quería ganar. Con la ayuda de sus nuevos amigos, empezó a practicar todas las noches. Aprendió a fusionar el Mapalé con la alegría de la champeta, mientras los tambores marcaban el compás.
Finalmente llegó el día del concurso. La plaza de Cartagena estaba llena de gente emocionada, ¡todos querían ver a la joven promesa! Las comparsas desfilaban con trajes coloridos y sonrisas radiantes, llevando el espíritu de la independencia en sus corazones.
Cuando fue su turno, Sofía sintió que la magia de los duendes la envolvía. Con la música resonando, comenzó a bailar con energía y gracia. Los tambores resonaban como un latido de su corazón, y sus pies deslizaban en el suelo como si bailara sobre nubes de mariposas.
- “¡Vamos Sofía, más fuerte! ” - animaban los duendes desde el fondo, con maracas en mano.
La multitud aplaudía, y los rostros de los asistentes brillaban de emoción. Sofía dio su último giro, y todos contuvieron la respiración. Al finalizar, un silencio lleno de magia llenó el aire... hasta que estallaron los aplausos.
El jurado, compuesto por la Reina del año anterior y varios ancianos sabios de la ciudad, se miraron entre sí, asombrados.
- “Y la nueva Reina de las Fiestas de Independencia es... ¡Sofía! ” - anunció uno de ellos, levantando la mano con una brillante corona dorada.
Sofía, sorprendida y emocionada, recibió su corona mientras todos vitoreaban. Ese día no solo se convirtió en la Reina, sino que también aprendió el valor de la práctica, la amistad y la cultura que estaba dentro de su sangre.
Desde aquel entonces, cada año, Sofía no solo bailaba durante las fiestas, sino que enseñaba a otros niños y niñas sobre el Mapalé, la champeta, y la importancia de la independencia, y cada vez que tocaba el tambor, los duendes aparecían para recordarles a todos que en la cultura cartagenera, la magia nunca se detiene.
Y así, con un corazón lleno de amor por su ciudad, Sofía continuó compartiendo la danza y la música, haciendo de Cartagena un lugar aún más especial y lleno de vida, donde cada día era una fiesta.
- “¡Viva Cartagena! ” - cantaban todos al unísono, mientras Sofía sonreía y bailaba entre amigos, recordando siempre que el verdadero baile está en el corazón.
FIN.