La envidia de la jirafa y el cerdo




Pablito era un niño que adoraba a los animales. Tenía una jirafa llamada Jacinta, con un largo cuello manchado, y un cerdo llamado Rufino, gordon y rosado. Pablito los cuidaba con mucho cariño y pasaba horas jugando con ellos.

Un día, la mamá de Pablito encontró a una pequeña conejita blanca perdida en el jardín y decidieron adoptarla. Sully, como la llamaron, era muy trabajadora y siempre ayudaba en las tareas del hogar.

La jirafa y el cerdo, al ver la atención que Pablito prestaba a la conejita, comenzaron a sentir envidia. - ¿Quién es esta nueva animalita? No puede ser tan especial como nosotras, dijo Jacinta con tono altanero.

- Sí, Pablito nos descuida desde que llegó esa conejita, agregó Rufino con tristeza. Los celos de la jirafa y el cerdo crecieron día a día. Pablito notó el cambio en el comportamiento de sus queridos animales, pero no entendía qué ocurría.

Un día, al buscar a Sully, Pablito la encontró arreglando la pequeña huerta que tenían en el jardín. La conejita trabajaba incansablemente, plantando semillas y cuidando las plantas. Pablito se acercó y le preguntó por qué trabajaba tanto.

Sully le explicó que quería ayudar a la familia y demostrar su agradecimiento por haberla acogido. Pablito quedó impresionado por la actitud de Sully y decidió ayudarla con las tareas. Mientras tanto, la jirafa y el cerdo observaban desde lejos, sintiendo cada vez más envidia.

Un día, una fuerte tormenta azotó la granja de Pablito. El viento y la lluvia arrasaron con la huerta y destruyeron parte del establo. Sin embargo, gracias al esfuerzo de Sully, gran parte de las plantas se mantuvieron a salvo.

Pablito, la jirafa y el cerdo se dieron cuenta del valioso aporte de la conejita a la familia. Entendieron que la envidia los había cegado y decidieron unirse para reconstruir lo que la tormenta había dañado.

Juntos, limpiaron, sembraron y repararon, trabajando en equipo y valorando las fortalezas de cada uno. Desde ese día, Jacinta, Rufino y Sully aprendieron a apreciarse mutuamente y a colaborar sin envidias.

Pablito sonreía al verlos trabajar juntos, sabiendo que, con respeto y cooperación, todo era posible en su pequeña granja.

FIN.

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