La escalera mágica


Había una vez un niño llamado Tomás, que se encontró subiendo una escalera interminable. Al principio estaba asustado, pero a medida que subía, comenzó a sentir curiosidad por lo que había más arriba.

- ¿Hasta dónde llegará esta escalera? -se preguntaba Tomás mientras ascendía. Finalmente, después de mucho caminar y subir peldaños, llegó al primer mundo: un bosque mágico lleno de árboles grandes y frondosos. Allí se encontró con un hada amable y sonriente.

- ¡Hola! -dijo el hada-. Bienvenido al bosque mágico. Soy el hada Celeste. ¿En qué puedo ayudarte? Tomás estaba sorprendido de ver a un hada real. Nunca antes había visto algo así en su vida.

- Hola, soy Tomás -respondió él-. Estoy subiendo esta escalera infinita y me encontré aquí. ¿Qué puedo hacer en este lugar? El hada Celeste le explicó que podía explorar el bosque mágico y descubrir todos los secretos ocultos detrás de cada árbol.

Así fue como Tomás pasó horas explorando ese mundo maravilloso. De repente, escuchó un ruido extraño proveniente del final del camino donde se encontraba la salida del bosque mágico. - ¿Qué es ese ruido? -preguntó Tomás preocupado.

- Ese es el monstruo del laberinto -respondió el hada Celeste-. Debes tener cuidado cuando te encuentres con él. Es muy peligroso. Tomás tomó nota de ello y decidió seguir su camino.

Llegó a un laberinto oscuro y misterioso, donde se encontró con una criatura extraña: el monstruo del laberinto. - ¡Hola! -dijo Tomás con valentía-. ¿Cómo te llamas? - Me llamo Max -respondió el monstruo-. Soy el guardián de este laberinto.

¿Qué haces aquí? Tomás le explicó que estaba subiendo la escalera infinita y que había llegado allí por casualidad. - Bueno, si quieres salir de aquí debes encontrar la salida del laberinto -explicó Max-. Pero ten cuidado, porque hay trampas en cada esquina.

Tomás comenzó a caminar por el laberinto, buscando la salida. Después de mucho buscar, finalmente encontró una puerta dorada. - ¡Lo logré! -gritó Tomás emocionado. Pero cuando intentó abrir la puerta, se dio cuenta de que estaba cerrada con llave.

De repente, escuchó un ruido detrás de él y se giró para ver quién era. Era Max, el monstruo del laberinto. - No puedes irte todavía -dijo Max-. Primero debes resolver mi acertijo para obtener la llave.

Tomás aceptó el desafío y resolvió el acertijo. Finalmente pudo abrir la puerta dorada y salir del laberinto hacia su próximo destino: un mundo submarino lleno de peces multicolores y corales brillantes.

Allí encontró una sirena amable llamada Marina, quien le enseñó todo sobre los océanos y sus habitantes marinos. Juntos exploraron las profundidades del mar hasta que Tomás decidió continuar su viaje. Subió más y más por la escalera infinita, descubriendo nuevos mundos y aventuras.

En cada lugar que visitaba, aprendía algo nuevo y emocionante. Finalmente, después de días subiendo la escalera, llegó al final. Se encontró en un gran salón lleno de puertas doradas.

- ¿Qué hay detrás de esas puertas? -preguntó Tomás a una anciana sabia que se encontraba allí. - Detrás de cada puerta hay un mundo diferente -respondió ella-. Pero debes elegir con sabiduría cuál quieres explorar primero.

Tomás pensó en todo lo que había aprendido en su viaje y eligió la puerta del bosque mágico como su primer destino. Se despidió de la anciana sabia y abrió la puerta dorada. Y así comenzó otra aventura para Tomás, quien nunca olvidaría sus increíbles experiencias subiendo esa escalera infinita.

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