La Escalera Mágica



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había una vieja casa abandonada que todos decían estaba embrujada. Los niños del barrio la llamaban "La Casa de los Susurros". Era la habitación de una escalera que, según contaban, solo se podía ver al atardecer. Cada vez que alguien se acercaba, oía extraños susurros que decían: "No te acerques, no entres". Aun así, tres valientes amigos, Tomás, Lucía y Mateo, decidieron descubrir qué había realmente detrás de esa puerta.

"No tengo miedo", dijo Tomás. "Además, yo tengo una linterna".

"Las leyendas son solo para asustar”, respondió Lucía. “Vamos a ver qué hay adentro".

- “ ¿Y si hay fantasmas? ”, preguntó Mateo, temblando un poco.

Con la linterna en mano y corazones llenos de curiosidad, se acercaron a la casa. La puerta chirriaba al abrirse, y se encontraron en un pasillo cubierto de polvo y telarañas. Al fondo, brillaba una escalera resplandeciente que subía y subía, llevándolos al infinito. Era algo encantador y extraño a la vez.

"¡Miren esa escalera!" - dijo Lucía emocionada.

Mientras comenzaban a subir, sentían que una energía especial los rodeaba. Pero pronto, al llegar a la mitad, escucharon un fuerte golpe.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Mateo, ahora muy asustado.

"Solo debemos seguir adelante. Tal vez haya algo interesante al final de la escalera" - dijo Tomás con valentía.

Así que decidieron continuar. Al llegar al último peldaño, se encontraron en una enorme sala llena de cosas extraordinarias: juguetes de madera que daban vueltas solitos, libros que se leían solos, y cuadros que sonreían cuando los mirabas. Emocionados, comenzaron a explorar.

De repente, un viejo búho apareció volando hacia ellos.

"¡Holaaaa, pequeños aventureros! Bienvenidos a mi taller mágico. Soy el encargado de los sueños perdidos."

"¿Sueños perdidos?" - preguntó Lucía.

"Sí, muchas personas olvidan sus sueños y yo los guardo aquí para que no se pierdan por siempre" - explicó el búho.

Vieron que en una esquina de la sala había cajas llenas de estrellas relucientes, cada una representando un sueño olvidado. Quedaron maravillados.

"Siento que este lugar es mágico", dijo Tomás.

El búho miró a los chicos y continuó,

"También hay sueños que esperan ser cumplidos. Si ayudan a encontrar la estrella perdida de un niño, podrán quedarse con una estrella para ustedes".

Los amigos se miraron entre sí, sintiéndo un fuerte deseo de ayudar. El búho les dio pistas y juntos comenzaron una emocionante búsqueda entre juguetes, libros y más.

Después de un rato de buscar, encontraron una pequeña estrella de papel debajo de la mesa.

"¡La tenemos!" - gritaron al unísono, llenos de felicidad.

"¿Y ahora?" - preguntó Mateo.

"Ahora deben devolverla a su dueño. Cada estrella se lleva a quien la perdió. Deben ponerla en la caja con su nombre: 'Ignacio', que es un niño del pueblo que la olvidó" - explicó el búho.

"¿Pero cómo vamos a hacer eso?" - cuestionó Lucía intrigada.

"Con un poco de magia, claro" - dijo el búho, guiñando un ojo. "Solo deben cerrar los ojos y pensar en Ignacio mientras sostienen la estrella".

Los amigos, llenos de fe, hicieron lo que el búho les pidió. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraron de vuelta en la entrada de la casa, con la estrella perdida en sus manos.

"¡Estamos en el pueblo!" - asintió Lucía.

- “¡Y tenemos que llevarle a Ignacio su estrella!" - dijo Mateo.

Corrieron hacia la casa de Ignacio, y al llegar, lo vieron jugando solo en el patio.

"¡Ignacio!" - gritaron emocionadamente.

"¿Qué pasa?" - preguntó Ignacio al ver a sus amigos.

"¡Te encontramos tu estrella!" - dijeron al unísono.

Ignacio sonrió y saltó de alegría.

"¡No puedo creerlo! Pensé que nunca volvería a verla. ¡Gracias, amigos!"

Y así, los tres amigos no solo ayudaron a Ignacio, sino que también aprendieron que los sueños, aunque se pierdan, pueden ser encontrados y que la magia realmente existe cuando se trabaja en equipo.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!