La Escuela de la Tolerancia


Había una vez una escuela llamada "Escuela del Saber" donde los estudiantes anhelaban tener libertad de expresión y respeto entre ellos y sus profesores. En esta escuela, la conciencia y la ética moral eran valores fundamentales.

La directora de la escuela, la señorita Laura, era una mujer muy sabia y comprensiva. Ella siempre animaba a los estudiantes a compartir sus ideas y opiniones, fomentando así un ambiente de respeto mutuo.

Sin embargo, había un profesor llamado Don Ernesto que no estaba de acuerdo con estas prácticas. Don Ernesto creía firmemente en el autoritarismo y pensaba que los estudiantes debían obedecer sin cuestionar. No permitía que expresaran libremente sus pensamientos ni que discutieran temas controvertidos en clase.

Un día, los estudiantes se juntaron en secreto para buscar una solución al problema. Querían encontrar la forma de convencer a Don Ernesto de cambiar su manera de enseñar y permitirles tener voz en el aula.

Fue entonces cuando conocieron al Señor Simón, un antiguo profesor jubilado con fama de ser muy persuasivo. Los estudiantes le contaron su situación y le pidieron ayuda para enfrentar a Don Ernesto. El Señor Simón aceptó ayudarlos e ideó un plan ingenioso.

Les propuso organizar un debate sobre ética moral en el cual participaría toda la comunidad escolar: alumnos, profesores e incluso padres. El día del debate llegó y todos estaban ansiosos por expresarse libremente.

Los estudiantes presentaron argumentos sólidos sobre la importancia de la libertad de expresión y el respeto mutuo. Los padres y profesores también compartieron sus puntos de vista, aportando diferentes perspectivas. Don Ernesto, al principio reticente, comenzó a escuchar atentamente los argumentos de los demás.

Poco a poco, su mente se abrió y pudo comprender la importancia de fomentar la libertad de expresión en el proceso educativo.

Al final del debate, Don Ernesto se dirigió hacia el micrófono y pidió disculpas por su comportamiento autoritario. Reconoció que había estado equivocado todo este tiempo y prometió cambiar su actitud hacia los estudiantes. Desde ese día, en la Escuela del Saber reinaba un ambiente de respeto mutuo y libertad de expresión.

Los estudiantes podían compartir sus ideas sin temor a represalias y los profesores estaban dispuestos a escucharlos. La señorita Laura estaba orgullosa de lo que habían logrado juntos.

Gracias al esfuerzo y perseverancia de los estudiantes, habían transformado su escuela en un lugar donde todos eran valorados por igual.

Y así, con conciencia moral y ética, la Escuela del Saber se convirtió en un ejemplo para otras instituciones educativas que deseaban promover la libertad de expresión y el respeto entre profesores y estudiantes.

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