La Escuela de la Unión Global



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Saber, donde vivían dos niños muy curiosos y aventureros: Martina y Tomás. Les encantaba explorar, aprender cosas nuevas y compartir sus conocimientos con todos los habitantes del pueblo.

Un día, mientras jugaban en el bosque cercano, encontraron un extraño objeto brillante entre los árboles. Era un globo terráqueo con luces de colores que giraban sin parar.

Sin pensarlo dos veces, lo agarraron y de repente se vieron envueltos en una luz intensa que los transportó a otro lugar. Cuando recuperaron la vista, se dieron cuenta de que estaban en un aula muy grande y llena de niños de todos los rincones del mundo.

Un cartel gigante decía: "Escuela Internacional de la Globalización". Martina y Tomás se miraron sorprendidos pero emocionados por la nueva aventura que les esperaba. - ¡Hola! Soy Sofia de España -dijo una niña con trenzas rubias acercándose a ellos-.

¿De dónde son ustedes? - ¡Hola! Soy Martina y él es Tomás, somos de Villa Saber -respondió Martina con entusiasmo. Los días pasaron volando en la Escuela Internacional de la Globalización.

Aprendieron sobre culturas lejanas, idiomas diferentes, geografía mundial y descubrieron que todos tenían algo único para compartir con los demás. Martina enseñó a hacer empanadas argentinas, Tomás mostró su destreza jugando al fútbol e incluso aprendieron a bailar danzas tradicionales africanas. Pero no todo era fácil en esta nueva experiencia.

En una ocasión, durante una clase sobre ecología global, discutieron sobre cómo cuidar el planeta tierra. Algunos niños pensaban que debían plantar más árboles, otros proponían reciclar más o usar menos plástico.

La discusión se intensificó hasta que Martina tuvo una brillante idea:- ¡Chicos! ¿Y si combinamos todas esas ideas? Podemos crear un proyecto juntos para plantar árboles reciclando botellas plásticas como macetas. Así cuidamos el planeta y embellecemos nuestra escuela.

Todos asintieron emocionados con la propuesta de Martina y rápidamente se pusieron manos a la obra. Recolectaron botellas plásticas, semillas de árboles autóctonos e hicieron hermosas macetas recicladas para plantar en el patio de la escuela.

El día de la siembra llegó y cada niño colocó su maceta con mucho amor en el suelo fértil. Regaron las semillas juntos mientras cantaban canciones tradicionales de cada uno de sus países. Fue un momento mágico lleno de solidaridad y colaboración entre todos ellos.

Al finalizar la jornada, el director les entregó medallas doradas por su compromiso ambiental y les dijo:- Estoy muy orgulloso del trabajo en equipo que han realizado hoy.

Han demostrado que cuando nos unimos sin importar nuestras diferencias podemos lograr grandes cosas juntos. Martina y Tomás regresaron a Villa Saber con el corazón lleno de alegría por todas las experiencias vividas en la Escuela Internacional de la Globalización.

Compartieron todo lo aprendido con sus amigos del pueblo e inspiraron a todos a trabajar juntos por un mundo mejor cuidando nuestro hogar común: el planeta tierra.

FIN.

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