La escuela de los abuelos
Los abuelos Juan y María vivían en Algámitas, un pequeño pueblo rodeado de montañas y naturaleza.
A pesar de sus canas y arrugas, su espíritu curioso y ganas de aprender eran tan grandes como el cielo azul que se veía desde su humilde hogar. Un día, mientras paseaban por las calles empedradas del pueblo, escucharon risas y voces alegres que provenían de la vieja escuela. Intrigados, se acercaron para ver qué estaba pasando.
Para su sorpresa, encontraron a un grupo de niños pintando murales coloridos en las paredes del edificio. "¡Buen día! ¿Qué están haciendo aquí?", preguntó Juan con una sonrisa amable.
"Estamos decorando la escuela para que sea más bonita", respondió Sofía, una niña con trenzas doradas y ojos brillantes. María miró a los niños con admiración y nostalgia. Recordó sus años escolares, cuando cada día era una aventura llena de descubrimientos y amistades.
De repente, una idea brilló en su mente como el sol al atardecer. "Juan, ¿te gustaría volver a la escuela? Podríamos aprender cosas nuevas juntos", propuso María emocionada. Juan dudó por un momento.
Había pasado tantos años desde que había pisado un salón de clases que le parecía algo imposible. Pero el brillo en los ojos de María lo convenció al instante. "¡Por supuesto! Será divertido aprender algo nuevo cada día", respondió Juan con entusiasmo.
Los niños, sorprendidos pero contentos con la idea de tener dos abuelitos en la escuela, les dieron la bienvenida con alegría. Así comenzó la increíble aventura educativa de Juan y María en Algámitas. Cada mañana, los abuelos llegaban temprano a la escuela junto a los niños.
Aprendieron matemáticas jugando al dominó, exploraron el mundo natural en excursiones al bosque cercano y descubrieron historias maravillosas en libros olvidados en la biblioteca del pueblo. Poco a poco, Juan y María se convirtieron en parte fundamental de la comunidad escolar.
Los niños los querían como si fueran sus propios abuelos, compartiendo risas, juegos e infinita sabiduría. Sin embargo, no todo sería fácil en esta nueva etapa de sus vidas.
Un día llegaron noticias tristes desde el ayuntamiento: por falta de fondos, la escuela tendría que cerrar sus puertas para siempre. El pueblo entero se sumió en la tristeza ante esta noticia desoladora.
Los niños lloraban sin consuelo pensando que perderían su lugar favorito en el mundo; los padres no sabían cómo explicarles lo ocurrido; y Juan y María sentían un vacío profundo en sus corazones ancianos. Pero entonces ocurrió algo extraordinario: todos se unieron para salvar la escuela.
Organizaron rifas benéficas, conciertos solidarios e incluso vendieron pasteles caseros en el mercado del pueblo. La solidaridad floreció entre vecinos antes desconocidos que ahora trabajaban juntos por una causa común: mantener viva la llama del conocimiento en Algámitas.
Después de semanas intensas de trabajo duro y esperanza inquebrantable, finalmente lograron recaudar suficiente dinero para evitar el cierre de la escuela. Fue una fiesta inolvidable donde reinaba la alegría y gratitud hacia todos los involucrados.
Juan and Maria were overjoyed to see the school saved thanks to the unity and determination of their community. As they watched the children run and play in the newly decorated schoolyard with smiles as bright as the sunflowers that adorned its entrance.
"This is just the beginning," said Maria with tears of joy in her eyes. "Indeed it is," replied Juan with pride in his heart.
From that day on, the school became not only a place of learning but also a symbol of resilience, unity and love for knowledgein the town of Algámitas. The end
FIN.