La Escuela de los Animalitos Sabios



En un hermoso bosque lleno de colores y sonidos, se encontraba la Escuela de los Animalitos Sabios. Allí, cada mañana, un grupo diverso de animalitos se reunía para aprender sobre los valores más importantes de la vida.

La escuela era dirigida por el maestro Búho Don Sabio, un búho de plumas grises que siempre tenía la respuesta a cualquier pregunta. Él enseñaba a sus alumnos sobre la amistad, la honestidad, la generosidad y el respeto.

Un día, la ardillita Lila, muy emocionada, llegó corriendo a la escuela.

"¡Maestro Búho! ¡Hoy es el día del examen de valores! ¡Estoy nerviosa!"

"No te preocupes, Lila. Recuerda, lo más importante es no sólo saber los conceptos, sino también aplicarlos en la vida diaria. ¿Recuerdas la historia de la tortuga y la liebre?"

"¡Sí! La tortuga ganó porque fue constante y no se rindió. Pero, maestro, ¿qué tiene que ver eso con nuestros valores?"

"Todo, querida Lila. La perseverancia es un valor muy importante. Al igual que la humildad y el trabajo en equipo."

Mientras tanto, el zorrito Fito y la coneja Nala estaban tratando de estudiar juntos, pero no lograban concentrarse.

"¡Es que no entiendo nada! ¿Por qué es tan complicado?" se quejó Fito.

"Tal vez si trabajamos juntos y nos ayudamos, se nos haga más fácil," dijo Nala.

"¡Sí! El trabajo en equipo es un valor que a veces olvidamos. Vamos a hacerlo juntos," sugirió Fito.

Justo en ese momento, entró el picarón de la clase, un pequeño loro llamado Pablo.

"¿Por qué están tan preocupados por el examen? ¡Eso no importa! Lo único que importa es lucir bien ante los demás!"

Los demás animalitos se miraron confusos.

"¡Pero Pablo!" dijo Lila. "Lo importante es aprender y ser mejores amigos, no sólo ganar el examen."

"Sí, Pablo. La apariencia no lo es todo. Lo que importa es lo que llevamos en el corazón," agregó Nala.

Entonces, Don Sabio decidió organizar una actividad especial para todos.

"Hoy, haremos un juego. En grupos, tendrán que demostrar un valor con una pequeña obra de teatro. ¡Utilicen su imaginación!"

Los grupos comenzaron a organizarse, y quedó claro que algunos se iban a enfrentar a un gran desafío.

Lila, Fito y Nala formaron un grupo, pero rápidamente se dieron cuenta de que no se ponían de acuerdo sobre la historia.

"Quiero que la ardilla sea la heroína," dijo Lila,

"¡No! Yo quiero ser el héroe," protestó Fito.

"¡Y yo quiero una aventura divertida con risas!" agregó Nala, desilusionada.

Don Sabio, que escuchó desde lejos, se acercó y les preguntó:

"¿Qué sucede, amigos?"

"No podemos ponernos de acuerdo, maestro," confesó Lila.

- “Creo que necesitamos ayuda,” añadió Fito.

"¡No puedo ser la heroína! Ya todos saben que soy torpe y descoordinada," se lamentó Nala.

Don Sabio sonrió con sabiduría.

"Recordemos el valor de la comunicación. Escuchar a los demás, hacer concesiones, y también valorar cada opinión. A veces, habrá que ceder un poco para lograr que todos se sientan incluidos. ¿Por qué no juntamos las ideas de cada uno?"

Siguiendo el consejo del maestro, todos comenzaron a hablar y pronto encontraron un camino común. Lila sería la ardilla que ayudaba a un grupo de amigos perdidos en el bosque, Fito interpretaría al líder del grupo, y Nala sería la divertida guía que hacía reír a todos durante el camino.

El día del examen llegó y los animalitos presentaron su obra. Todos rieron, aplaudieron y se dieron cuenta de lo valioso que había sido trabajar juntos.

Al final del día, Don Sabio habló con todos.

"Hoy han demostrado que los valores se aprenden y se practican en el día a día, y que, trabajando juntos, siempre se pueden lograr cosas increíbles. ¡Estoy muy orgulloso de ustedes!"

Desde aquel día, la Escuela de los Animalitos Sabios no solo se convirtió en un lugar para aprender sobre valores, sino también en un lugar donde cada uno se sintió valorado y escuchado. Y eso, definitivamente, hacía que cada día en el bosque fuera especial.

FIN.

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