La Escuela de los Superpoderes



En la ciudad de Villatoro, donde las nubes parecían bailar y el sol iluminaba cada rincón, existía una escuela muy especial llamada "Escuela de Sobrepoderes". No era una escuela común y corriente; aquí, los alumnos no solo aprendían matemáticas o letras, sino que también desarrollaban increíbles habilidades. Cada chico y chica de la escuela tenía al menos un superpoder único.

Un día soleado, cuatro amigos se reunieron en el patio de la escuela: Lupe, que podía volar; Tomás, quien tenía el poder de hablar con los animales; Valentina, que podía crear ilusiones; y Nicolás, que tenía una fuerza impresionante. Juntos, eran el equipo perfecto para enfrentar cualquier desafío. Sin embargo, había un misterio rondando por la escuela que necesitaba de su atención.

"Che, ¿se dieron cuenta de que la biblioteca está vacía?" - dijo Tomás, mientras acariciaba a un pequeño perrito que había encontrado.

"Sí, es raro. La semana pasada había un montón de libros. ¿Dónde irían?" - respondió Lupe, dispuesta a volar y buscar pistas.

"Tal vez deberíamos investigar, a lo mejor hay alguna ilusión detrás de esto" - sugirió Valentina, entusiasmada con la idea de desvelar el misterio.

"Y yo puedo ayudar a preguntarle a los animales si vieron algo raro" - agregó Tomás, mirando a su alrededor.

Los cuatro amigos decidieron hacer un plan. Lupe volaría sobre la escuela para tener una vista desde arriba, Valentina usaría su magia para crear ilusiones y despistar a cualquier enemigo, Nicolás buscaría en los rincones más oscuros y Tomás se comunicaría con los animales en busca de respuestas.

Después de un rato, Lupe regresó con una información sorprendente.

"Chicos, vi algo extraño desde el aire. Parecía que unos alumnos estaban llevando libros en cajas hacia el bosque" - informó la joven voladora.

"¡Eso es raro! ¿Qué estarán haciendo con ellos?" - cuestionó Nicolás, intrigado.

"Tal vez no es tan bueno como parece" - comentó Valentina, pensativa.

Decididos a descubrir la verdad, el grupo se adentró en el bosque. Después de caminar un rato, se encontraron con un grupo de estudiantes que solían ser sus compañeros, liderados por uno muy curioso llamado Andrés, quien tenía el poder de crear fuego.

"¡Andrés! ¿Qué hacés con todos esos libros?" - preguntó Lupe, volviendo a bajar al suelo.

"Estábamos cansados de que la biblioteca estuviera llena de reglas y restricciones. Decidimos llevarnos estos libros para leerlos a nuestra manera, sin que nos digan qué hacer" - explicó Andrés, mientras jugaba con una pequeña llama en su mano.

"Pero eso es injusto, ¡los libros son para todos!" - exclamó Nicolás.

"Sí, y ¿si se los roban a ustedes?" - agregó Valentina.

La situación comenzó a caldearse, y Lupe decidió intervenir.

"Escuchen, entiendo que quieran leer sin restricciones, pero debemos compartir los libros y estar juntos como compañeros. La biblioteca es un lugar donde todos aprendemos" - dijo, con su voz firme y calmada.

Andrés se quedó mudo, pensando en las palabras de Lupe. Finalmente, respondió:

"Creo que tienen razón. Quizás deberíamos pedirle a la profesora que nos permita tener un club de lectura donde podamos elegir nuestros libros sin que nos digan qué leer."

"¡Eso suena genial!" - exclamó Tomás. "Podríamos compartir nuestras lecturas con los demás, así todos estarían incluidos".

"Y yo podría crear una ilusión espectacular para presentar los libros" - añadió Valentina, sonriendo.

Los chicos se pusieron de acuerdo, y así nació el Club de Lectura de la Escuela de Sobrepoderes. Con los libros devueltos a la biblioteca, todos en la escuela se unieron a este nuevo proyecto que fomentaba la creatividad y el amor por la lectura, sin restricciones ni límites.

Con el tiempo, la biblioteca se llenó de nuevos libros y cada semana se presentaban historias en forma de teatro, cuentos y hasta juegos interactivos. Todos los alumnos se sentían valiosos al contribuir, y así, la verdadera magia de la amistad y el aprendizaje floreció en la Escuela de Sobrepoderes.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!