La Escuela de Triángulos y el Cuadrado Misterioso



En un mundo lleno de formas geométricas, había una escuela muy especial donde todos los estudiantes eran triángulos. Eran coloridos, con tres lados, tres ángulos y un sinfín de ideas. Un día, mientras estaban en clase de matemáticas, notaron algo raro en el patio.

- ¡Miren! - gritó un triángulo amarillo, señalando hacia la entrada de la escuela. - ¡Hay algo diferente!

Todos los triángulos se asomaron curiosos y, efectivamente, un cuadrado había llegado al lugar. Era un cuadrado grande, de color azul brillante, con cuatro lados y cuatro ángulos rectos.

- Hola, soy Cuadrado. He venido a conocer esta escuela - dijo el cuadrado con una voz alegre.

Los triángulos se miraron unos a otros con desconfianza. Nunca habían visto a una figura como él.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó un triángulo rosado.

- Quiero aprender y jugar con ustedes - respondió Cuadrado, sonriendo.

Pero los triángulos no estaban seguros.

- No tenemos nada en común contigo, Cuadrado. ¡Tienes cuatro lados! - dijo un triángulo verde, cruzando sus brazos.

Cuadrado sintió que no lo aceptaban. Esa tarde, decidió no rendirse. Pensó en cómo demostrarles que eran más parecidos de lo que imaginaban. Así que se quedó a observar, a escuchar las risas y conversaciones de los triángulos. Sin embargo, cada vez que trataba de acercarse, los triángulos se alejaban.

Al caer la noche, todos los triángulos se acostaron en el césped. En medio de la oscuridad, comenzaron a hablar.

- ¿Por qué no podemos ser amigos del cuadrado? - preguntó un triángulo pequeño.

- Porque es diferente y no pertenece a nuestra forma - respondió el triángulo más grande, con voz seria.

Pero justo en ese momento, Cuadrado apareció sigilosamente.

- ¡Perdón que los interrumpa! Pero yo puedo ser parte de su juego. Solo quiero un chance - dijo, acercándose con amabilidad.

Los triángulos se miraron.

- ¿Y qué podemos hacer juntos? - preguntó la triángulo morada.

- Podemos construir algo increíble. Por ejemplo, si juntamos algunos triángulos y yo, podemos hacer casas o estructuras divertidas - propuso Cuadrado.

Los triángulos pensaron en ello, pero seguían un poco escépticos. Sin embargo, la curiosidad les ganó y decidieron darle una oportunidad. Así que al día siguiente, comenzaron a trabajar con Cuadrado. Juntos, se pusieron a crear. En poco tiempo, construyeron una hermosa casita que combinaba las formas de los triángulos y el cuadrado.

- ¡Miren lo que hemos hecho! - dijo el triángulo amarillo emocionado.

- Es una obra maestra - agregó Cuadrado con orgullo.

Los demás triángulos comenzaron a darse cuenta de que, aunque eran diferentes, podían complementarse.

- ¡Esto es genial! - exclamó la triángulo rosada, sonriendo. - ¡Cuadrado, eres parte de nosotros!

Desde entonces, Cuadrado fue un miembro muy querido de la escuela. Los triángulos aprendieron a ver el mundo de una manera diferente, y comenzaron a disfrutar de sus diferencias. No solo podían construir juntos casas, sino también juegos y aventuras que jamás habrían imaginado sin la ayuda de Cuadrado.

Al final, se dieron cuenta de que la diversidad de formas hacía que su comunidad fuera mucho más rica y feliz. A partir de ese día, la escuela se llamó "La Escuela de Formas", donde triángulos, cuadrados, y otras figuras geométricas, aprendían y se divertían juntos.

Y así fue como un cuadrado llegó a cambiar la dinámica de un grupo de triángulos, demostrando que, aunque seamos diferentes, siempre podemos encontrar la manera de colaborar y aprender los unos de los otros.

FIN.

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