La Escuela de Zorbulón
En un rincón lejano del universo, en un planeta llamado Zorbulón, existía una escuela muy peculiar. Allí, los alumnos no solo aprendían matemáticas y ciencias, sino que también se enseñaban cosas mágicas como volar, teletransportarse y comunicarse con los animales. La directora, una sabia tortuga llamada Dominga, siempre decía:
"En Zorbulón, el conocimiento es tan vasto como el cielo estrellado. Nunca dejes de explorar, pequeños!"
Un día, llegó un nuevo estudiante a la escuela, un pequeño marciano llamado Orbi. Orbi estaba entusiasmado, pero al mismo tiempo, un poco asustado. No sabía si encajaría bien entre sus nuevos compañeros, que parecían tan distintos.
"Hola, soy Orbi. ¿Puedo jugar con ustedes?" - preguntó, nervioso.
Los demás alumnos, que eran criaturas de diferentes formas y colores, lo miraron con curiosidad.
"Claro! Soy Lulu, y jugamos a las escondidas cósmicas. Vení, vamos a enseñarte!" - exclamó una alita de luz que se presentó como Lulu.
Orbi se unió rápidamente a la diversión, pero pronto se dio cuenta de que había algo que no podía hacer. Cuando sus amigos comenzaban a volar, él solo podía mirar desde el suelo. Se sintió triste y le dijo a Lulu:
"No puedo volar como ustedes... soy muy diferente."
"Pero eso no es un problema!" - respondió Lulu, sonriendo. "Cada uno de nosotros tiene habilidades especiales. ¿Por qué no nos cuentas qué es lo que sabés hacer, Orbi?"
Orbi pensó por un momento y, con una sonrisa tímida, dijo:
"Bueno, sé hacer burbujas que brillan en la oscuridad."
"¡Eso es genial!" - dijo otro compañero, un pequeño rayo de energía llamado Zingo. "¡Enseñanos!"
Ese día, Orbi mostró a todos su talento, y las burbujas brillantes iluminaron el patio de la escuela, creando un espectáculo mágico. Todos quedaron fascinados y empezaron a aplaudir.
"¡Sos increíble, Orbi! Tu habilidad es más especial que volar!" - exclamó Lulu.
Los días pasaron, y Orbi se sintió más a gusto en la escuela, pero había una actividad que lo ponía muy nervioso. Era el día de la competencia de talentos. Todos estaban ansiosos por mostrar sus habilidades, y Orbi no se sentía listo. Sin embargo, su compañera Dominga lo alentó:
"A veces, los talentos más valiosos son aquellos que no se ven a simple vista. Confía en ti mismo, Orbi."
El gran día llegó, y Orbi observó cómo cada uno se presentaba. Lulu voló alto mostrando sus acrobacias. Zingo hizo trucos de energía electrizantes y otros amigos mostraban sus talentos.
"¿Y yo qué puedo hacer?" - murmuró Orbi, con miedo.
Al llegar su turno, sintió que su corazón palpitaba con fuerza. Sin embargo, recordando las palabras de Dominga, se armó de valor y dio un paso al frente.
"Hola a todos. Soy Orbi, y hoy les mostraré cómo hacer burbujas que brillan."
Con un toque mágico, comenzó a crear burbujas tecnicolor que comenzaron a flotar por el aire como estrellas brillantes. El auditorio quedó en silencio y luego estallaron en aplausos. Todos estaban maravillados.
"¡Esas burbujas son mágicas!" - gritó Lulu desde la multitud.
Al finalizar su actuación, Dominga se acercó a Orbi y le dijo:
"Lo ves, querido, cada uno tiene su magia. El verdadero talento es compartirlo con los demás."
El evento concluyó con una gran fiesta, y Orbi, ya sin inseguridades, se sintió parte de la comunidad de Zorbulón. Sus burbujas se convirtieron en un símbolo de aceptación y singularidad.
Desde ese día, Orbi aprendió que en la diversidad radica el verdadero poder, y que todos, sin importar sus diferencias, podían brillar juntos.
Y así, la escuela de Zorbulón siguió siendo un lugar donde cada uno tenía su espacio para aprender, crecer y compartir su magia especial con los demás, recordando siempre las palabras de Dominga:
"Cada uno es un universo en sí mismo. Jamás dejes de brillar, pequeños!"
FIN.