La escuela del fútbol mágico
Era una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una escuela llamada "La Escuela del Fútbol Mágico". Todos los chicos y chicas de la zona deseaban ir allí porque, al parecer, todos sus compañeros sabían jugar al fútbol. Los murmullos alrededor de la escuela hablaban de cómo los estudiantes se unían en equipos y nunca había discusiones. Todo el mundo jugaba y se divertía.
Un día, un niño llamado Mateo llegó al pueblo. Mateo nunca había jugado al fútbol. En su antiguo barrio, los juegos eran diferentes y su familia no tenía tiempo para enseñarles. A pesar de eso, decidió inscribirse en "La Escuela del Fútbol Mágico". Al llegar, se sintió intimidado al ver a todos sus compañeros mostrando sus habilidades en el campo.
"Mirá a Luca, ¡cómo corre!" - susurró Mateo a un compañero que se le acercó.
"Sí, es el mejor jugador de la escuela. Pero dales tiempo, todos empezaron desde cero alguna vez" - respondió Clara, una niña con una gran sonrisa.
Mateo se sintió un poco más aliviado, pero aún así dudaba de sí mismo. En el primer recreo, todos los niños formaron equipos rápidamente, y cuando llegó el momento de elegir compañeros, Mateo estaba nervioso.
"Te elijo a vos, Mateo!" - grito Luca, sorprendiéndolo.
Mateo no podía creerlo. Rápidamente se unió al juego, incluso sin saber bien las reglas. Pero tras unos minutos de partido, se dio cuenta de que estaba perdiendo el balón todo el tiempo. Al finalizar la partida, sintió que había decepcionado a su equipo.
"No se preocupen chicos, yo no sé jugar" - confesó Mateo, con la cabeza agachada.
"¡Eso no tiene nada que ver! Todos aprendemos. Lo importante es intentarlo y disfrutar" - le respondió Clara.
Mateo decidió que no se rendiría. Se acercó a sus compañeros e hizo una propuesta:
"Quizás podamos entrenar juntos, así aprendo el juego. ¿Qué les parece?"
Y así fue como cada lunes y miércoles después de clases, formaban un círculo alrededor de Mateo, quien intentaba enseñarles cómo se pateaba el balón y los pases. A pesar de no ser muy bueno al principio, todos se reían y hacían sugerencias para mejorar.
"Mateo, ¡fue un buen pase! Pero podés hacerlo más fuerte" - animaba Clara.
Con el tiempo, Mateo comenzó a sentirse más seguro. Sus compañeros le enseñaban técnicas, y él se esforzaba en practicar. Un día, llegó un nuevo desafío: "El Torneo de Fútbol de la Escuela". Todos los equipos querían ganar, y la emoción estaba en el aire.
"¿Te gustaría ser parte de mi equipo, Mateo?" - le preguntó Luca.
"Claro, pero…" - Mateo dudó un instante "no sé si debo ser el capitán. Quizás debería quedarme en la defensa".
"No, quiero que seas el capitán. ¡Confío en vos!", insistió Luca.
Y así, Mateo asumió el liderazgo del equipo. La semana del torneo, intensificaron sus prácticas, y Mateo, con la ayuda de sus compañeros, desarrolló estrategias de juego. El día del torneo, después de varios partidos intensos, su equipo llegó a la final. El sol brillaba, y la emoción era palpable.
El partido final fue reñido. Todos jugaban con mucha energía. En los últimos minutos, el marcador estaba 2-2.
"Mateo, ¡vos podés!" - gritó Clara desde la banda.
Con el corazón latiendo fuerte, Mateo se hizo con el balón. Miró a su equipo, se recordó a sí mismo lo que había aprendido y, dejando miedos atrás, dribló a un adversario y decidió patear a puerta...
¡Gol! El balón pasó por encima del arquero y se metió en la red. ¡El estadio estalló en gritos de alegría!"¡Lo hiciste, Mateo!" - gritó Luca mientras todos corrían a abrazarlo.
Después de la victoria, Mateo comprendió que no se trataba solo de ganar, sino de haber construido un equipo fuerte donde todos se sintieron apoyados. La escuela no era solo un lugar donde se jugaba al fútbol, sino una comunidad donde se hacían amigos y se aprendía a nunca rendirse.
Gracias a aquel primer intento y a la ayuda de sus compañeros, Mateo se convirtió en un gran jugador de fútbol. Y así, "La Escuela del Fútbol Mágico" siguió siendo un lugar especial donde todos podían aprender y divertirse juntos, sin importar su nivel de habilidad. Desde aquel día, se entendió que en el fútbol, como en la vida, lo importante es jugar, disfrutar y apoyarse mutuamente.
FIN.