La Escuela Embrujada de los Animales Valientes



En un pequeño pueblo, rodeado de colinas y árboles frondosos, se erguía una antigua escuela. Nadie se atrevía a acercarse a ella, porque había rumores de que estaba embrujada. Pero un grupo de tres amigos valientes: un conejo llamado Rocco, una tortuga llamada Lila, y un loro llamado Paco, decidieron investigar.

Una tarde, mientras jugaban en el parque, Rocco saltó con entusiasmo. "¡Vamos a la escuela embrujada!"- dijo, con sus grandes ojos brillando de curiosidad.

"Pero Rocco, dicen que hay fantasmas allí"- protestó Lila, moviendo su cabeza de un lado a otro.

"Fantasmas o no, ¡yo tengo un plan!"- respondió Rocco, y los convenció a todos para acompañarlo.

Cuando llegaron frente a la escuela, la puerta chirrió al abrirse, como si estuviera invitándolos a entrar. El aire estaba frío, y las paredes estaban cubiertas de telarañas. Rocco, siempre el más audaz, entró primero, seguido de Lila y Pablo.

Al adentrarse, encontraron tres pupitres cubiertos de polvo, uno de los cuales tenía algunos útiles escolares abandonados: una vieja regla, un cuaderno arrugado y un lápiz roto. Rocco tomó el lápiz. "¡Esto parece un buen objeto para un hechizo!"-

Lila, aún temerosa, se acercó a una ventana rota. "¿Y si los fantasmas solo quieren jugar?"-

"Tal vez no están tan asustados como pensamos"- dijo Paco, mientras miraba a su alrededor con sus ojos curiosos. "Quizás debemos invitarlos a jugar con nosotros"-.

De repente, un susurro helado recorrió la habitación. "¿Quién anda ahí?"- Una sombra oscura se materializó, revelando a un fantasma amigo, llamado Gastón, que parecía más asustado que ellos.

"Yo no quería asustarlos... mi nombre es Gastón. He estado esperando amigos para poder jugar, pero todos se van asustados"-.

Rocco, al escuchar esto, tuvo una gran idea. "¡Vamos a preparar una merienda!"- Los amigos se miraron confundidos. "¿Merendar? ¿A un fantasma?"- preguntó Lila.

"Sí, ¡es nuestra única forma de hacer amigos!"- explicó Rocco. Así que, decidieron compartir con él unos sandwiches de palta, unas galletitas de chocolate y unas manzanas jugosas, que habían traído en sus mochilas.

"¡Eso suena delicioso!"- exclamó Gastón. "Siempre deseé probar esos sabores"-. Así, se unieron y organizaron un picnic en el viejo gimnasio de la escuela. Lila sacó su cuaderno y, de forma creativa, los tres animales dibujaron una gran mesa con los alimentos.

Gastón se unió a la diversión, haciendo que los dibujos cobraran vida con su magia. "¡Bailen!"- exclamó, mientras los dibujos de sandwiches danzaban frente a ellos.

La tarde se llenó de risas y colores, y cuando el sol comenzó a ponerse, Rocco tuvo otra idea. "Vamos a construir algo con la regla y el lápiz para recordar este día"-.

Los cuatro amigos se pusieron manos a la obra y, con un poco de magia de Gastón, construyeron una hermosa casa de cartón llenas de dibujos y colores. "Así podremos tener siempre un lugar para juntarnos"- dijo Lila, feliz.

Pasaron las horas y, al final del día, Rocco, Lila y Paco supieron que la escuela no era un lugar aterrador, sino un sitio lleno de posibilidades cuando uno tiene amigos.

Antes de irse, Gastón les dio un gran abrazo, haciendo que el lugar resplandeciera. "Gracias por abrirme su corazón. Prometo cuidar de la escuela siempre"-.

Los tres animales se marcharon a casa, contentos de haber encontrado un nuevo amigo. "Siempre hay espacio para más, incluso en los lugares más extraños"- dijo Paco. Y así fue como la escuela se convirtió en un lugar lleno de magia y amistad, hasta que el pueblo decidió abrir sus puertas a todos, incluyendo a los fantasmas.

Desde entonces, nadie volvió a temerle a la escuela embrujada, porque allí siempre habría risas, juegos y, lo más importante, amor entre amigos.

FIN.

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