La escuela en el parque



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, llamado Villa Feliz, una escuela infantil llena de risas y alegría. Los niños pasaban sus días aprendiendo, jugando y creciendo juntos.

Pero llegó la Navidad y tuvieron que despedirse para disfrutar de las vacaciones. Después de unas largas semanas sin verse, los niños estaban emocionados por volver a encontrarse en el colegio.

El sol brillaba en el cielo azul mientras caminaban hacia la escuela tomados de la mano con sus padres. Al llegar, se dieron cuenta de que algo extraño estaba sucediendo. La puerta principal estaba cerrada con llave y no había señales de vida dentro del edificio. Los niños se miraron confundidos y preocupados.

En ese momento apareció Doña Margarita, la vecina más sabia del pueblo. Era conocida por tener respuestas a todas las preguntas.

"¡Doña Margarita! ¿Qué está pasando? ¿Por qué no podemos entrar a nuestra escuela?", preguntó Sofía, una niña curiosa con trenzas rubias. Doña Margarita sonrió amablemente y les explicó que durante las vacaciones escolares hubo un problema con el techo del colegio.

El fuerte viento había arrancado algunas tejas y era peligroso para los niños estar dentro hasta que estuviera reparado. Los niños fruncieron el ceño decepcionados al escuchar esto. Sin embargo, Doña Margarita tenía una idea especial para mantenerlos ocupados mientras esperaban. "Chicos, tengo algo emocionante planeado para ustedes", dijo Doña Margarita con entusiasmo.

"Vamos a convertir el parque en nuestra propia escuela por unos días". Los ojos de los niños se iluminaron de emoción. Jugar y aprender al aire libre era mucho mejor que quedarse en casa aburridos.

Así comenzó una semana llena de aventuras y aprendizaje en el parque. Cada día, Doña Margarita les enseñaba algo nuevo: matemáticas con piedras, ciencias observando las plantas y arte pintando hermosos paisajes. Los niños también aprendieron sobre la importancia del trabajo en equipo.

Organizaron juegos divertidos donde tenían que ayudarse mutuamente para ganar. Descubrieron que cuando trabajaban juntos, podían lograr cosas increíbles. Un día, mientras exploraban el parque, encontraron un viejo árbol caído.

Los niños se dieron cuenta de que podrían utilizarlo como pizarra para escribir y dibujar. "¡Miren! ¡Tenemos nuestra propia pizarra gigante!", exclamó Tomás, un niño curioso con lentes. Desde ese momento, todos los días escribían mensajes positivos en la pizarra gigante para animarse unos a otros.

"Eres valiente", "Tienes una gran imaginación" y "Eres amable" eran algunas de las frases que llenaban el árbol caído.

La semana pasó volando y finalmente llegó el día en que la escuela infantil estaba lista para recibir nuevamente a los niños. El techo había sido reparado y todo estaba listo para retomar las clases dentro del edificio. Al entrar al colegio, los niños miraron con nostalgia su querida pizarra gigante bajo el árbol.

Pero al mismo tiempo, se dieron cuenta de que habían aprendido lecciones valiosas durante su semana en el parque. "Doña Margarita, extrañaremos nuestro parque-escuela", dijo Sofía con una sonrisa. "Pero ahora sabemos que siempre podemos encontrar formas creativas de aprender y divertirnos juntos".

Doña Margarita asintió orgullosa y les recordó a los niños que la vida está llena de oportunidades para aprender y crecer, incluso cuando las cosas no salen como se esperaba.

Así, los niños regresaron a sus aulas renovados y llenos de energía. Sabían que aunque el colegio era su lugar especial para aprender, también podían buscar nuevas aventuras dondequiera que estuvieran.

Y así fue como en Villa Feliz, los niños descubrieron que el aprendizaje puede ocurrir en cualquier lugar si tienes curiosidad y un corazón abierto.

FIN.

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