La Escuelita de Mercedes



En el pequeño caserío de El Molino, había una escuelita estatal que todos los niños llamaban cariñosamente "la escuelita". En esa escuelita, trabajaba una maestra muy especial: Mercedes González de Mujica. Desde que era una niña, Mercedes soñaba con ser maestra. Le encantaba contar historias, enseñar a leer y escribir, y sobre todo, hacer que sus alumnos se sintieran felices en su aula.

"Hoy vamos a aprender sobre los animales, chicos!" - decía emocionada. "Pero no sólo vamos a leer, vamos a hacer una actividad muy divertida."

Los niños miraban a Mercedes con ojos brillantes, esperando con ansias la sorpresa que les tenía preparada.

Cuando llegó el día de la actividad, Mercedes organizó una búsqueda del tesoro alrededor de la escuela. Los niños se dividieron en equipos y cada grupo recibiría pistas que los llevarían a distintos lugares.

"Primera pista: en la sombra del gran algarrobo, hay un secreto que encontrarán. Busquen y déjense llevar por la emoción de la aventura!" - anunció Mercedes, y los niños, llenos de energía, comenzaron a correr.

A lo largo del día, los pequeños descubrieron no sólo objetos escondidos, sino también la importancia del trabajo en equipo y la amistad. Cuando regresaron a clase, tenían muchas historias que compartir.

"Mercedes, ¡encontramos una piedra de colores!" - gritó Juan, mientras mostraba su tesoro. "Y hicimos un nuevo amigo!" - añadió Clara, sonriendo.

A medida que pasaban los años, los niños de la escuelita crecieron, pero nunca olvidaron a su maestra Mercedes. Ella siempre les decía que tenían que seguir soñando y que cada uno de ellos podría cambiar el mundo.

Un día, cuando la escuelita cumplió quince años, los habitantes de El Molino tuvieron una idea increíble. Quisieron rendir homenaje a Mercedes por su dedicación y amor hacia la educación, así que organizaron una ceremonia.

"Creo que deberíamos ponerle el nombre de Mercedes González de Mujica a nuestra escuelita," sugirió Don Manuel, el alcalde del caserío. "Es hora de que su esfuerzo y su corazón sean reconocidos."

Todos estuvieron de acuerdo. La escuelita no era sólo un lugar para aprender, sino un hogar lleno de cariño, risas y aprendizajes, gracias a Mercedes.

Así fue como un día se celebró la ceremonia en la que se reveló la nueva placa con el nombre de la escuelita. Era un momento lleno de emoción. Los niños, ahora casi adultos, estaban presentes y recordaban lo mucho que la maestra había influido en sus vidas.

"Gracias, Mercedes!" - gritó Clara, quien ahora estudiaba para ser profesora. "Gracias por enseñarnos a amar el saber y a ser mejores personas."

Mercedes, con lágrimas de felicidad en los ojos, miró a todos sus alumnos y sus corazones se llenaron de orgullo.

"Este homenaje no es sólo para mí, es para todos nosotros. Siempre recuerden que el verdadero aprendizaje nunca termina y que cada día es una nueva oportunidad para ser mejores."

Así, la escuelita de El Molino se convirtió en un símbolo de amor, dedicación y aprendizaje en la comunidad. Los niños que pasaron por sus aulas llevaban consigo el legado de Mercedes González, y así, su historia continuó inspirando a futuras generaciones. Y cada año, en el aniversario de la escuelita, celebraban el día de Mercedes, creando un cuento en el que cada uno podía aportar una enseñanza aprendida.

"¡Feliz día, maestra Mercedes!" - gritaban los niños con entusiasmo, mientras compartían sus historias y sueños en la escuelita que llevaba su nombre. Y así, Mercedes no solo fue recordada como una maestra, sino como una chispa que encendió mil sueños.

FIN.

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