La Espada de la Inclusión



En un pequeño pueblo rodeado de colinas y nubes suaves, vivía una niña llamada Lía. Lía era una apasionada de la matemática y siempre soñaba con encontrar la manera de hacer que todos sus amigos disfrutaran de la asignatura tanto como ella. Un día, mientras caminaba por el bosque, encontró un extraño objeto brillante entre las hojas. Al acerarse, descubrió que era una espada envuelta en luces de colores.

- ¡Guau! -exclamó Lía, maravillada-. ¿Qué estará haciendo aquí una espada?

Cuando tocó la espada, esta comenzó a brillar intensamente y, de repente, un personaje cómico y llenito de energía apareció ante ella. Era un hada mágica llamada Matilda.

- ¡Hola, Lía! -dijo Matilda con una sonrisa-. He estado esperando a alguien como vos. Esta espada tiene el poder de hacer de la matemática algo fascinante para todos. Pero necesita al corazón de alguien que crea en la inclusión.

- ¿Inclusión? -preguntó Lía, curiosa.

- Sí. La inclusión es cuando todos pueden participar y disfrutar, sin importar sus habilidades o diferencias. ¿Te gustaría ayudarme a llevar la espada a tu escuela y hacer que todos aprendan juntos?

Lía sintió que su corazón latía con fuerza.

- ¡Sí! ¡Quiero hacerlo!

Desde ese día, Lía y Matilda comenzaron a trabajar juntas. Cada vez que Lía se encontraba con un compañero que tenía dificultades con la matemática, usaban la espada para iluminar la lección.

Un día, se juntaron en su clase para realizar un gran evento llamado "Día de las Nubes Matemáticas". Todos los alumnos debían traer un amigo, pero la idea era que cada grupo tuviera al menos un compañero con el que no solía jugar.

- ¡Va a ser divertido! -dijo Leo, uno de los amigos de Lía.

- ¡Claro! -respondió Lía-. Así todos podemos compartir lo que sabemos.

El día del evento, el aula estaba decorada con nubes de papel y en el centro se colocó la espada, que seguía brillando. De pronto, Matilda apareció en forma de chispa y comenzó a volar alrededor de los chicos.

- ¡Hola, chicos! ¡Bienvenidos al Día de las Nubes Matemáticas! Hoy aprenderemos juntos, y la espada nos ayudará a hacer todo más fácil y divertido.

Sin embargo, no todo salió como esperaban. Algunas personas se sintieron incómodas al estar en grupos con compañeros diferentes. Lía, preocupada, se acercó a uno de sus compañeros que siempre se apartaba.

- ¿Por qué no participás? -le preguntó.

- Me da miedo. No sé si puedo hacer las cuentas como ustedes -respondió Tomás con la mirada baja.

- Pero en este grupo todos podemos ayudarnos. Mirá, yo puedo mostrarte cómo resolver este problema. ¡La matemática es como un juego de mesa!

Dispuesta a llevar la espada, Lía se dio cuenta que no podía hacerlo sola. Necesitaba la ayuda de todos.

- ¡Chicos! -gritó-. Necesitamos unir fuerzas. La espada nos dio el poder de hacer la matemática más fácil, pero lo más importante es la voluntad de ayudarnos los unos a los otros.

Inspirados por Lía, muchos se unieron para ayudar a sus pares. Todos se dieron cuenta de que cada uno tenía algo único para aportar. Juntos empezaron a resolver problemas, compartían risas y creaban un ambiente donde nadie quedaba afuera. Aquella día, Lía mostró a Tomás que él sí podía y solo necesitaba confianza.

Matilda, observando desde el cielo, se sintió orgullosa. Con el paso de los días, el grupo se fortaleció y la matemática se transformó en un corazón universal que los unía. Todos brillaban como nubes de colores en el cielo.

Finalmente, justo antes de despedirse del evento, Lía miró a sus amigos y dijo:

- Hoy aprendimos que la matemática es mucho más que números. Es inclusión, trabajo en equipo y diversión. Todos somos parte del mismo bosquecito de nubes donde cada uno puede brillar.

- ¡Sí! -respondieron todos emocionados.

Desde entonces, la escuela del pueblo adoptó el Día de las Nubes Matemáticas cada año. Lía había demostrado que, con el corazón y algo de magia, se puede convertir el aprendizaje en una aventura compartida entre todos. Y Matilda, el hada mágica, ahora vivía feliz entre las risas de todos los chicos.

Con el tiempo, Lía entendió que el poder no estaba en la espada, sino en el amor que cada uno le ponía al aprender juntos, haciendo de la matemática un mundo colorido lleno de amistad e inclusión.

FIN.

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