La Especialidad de Cada Uno


Lorena y su hermana Lucía eran muy distintas. Lorena era más extrovertida y le gustaba llamar la atención, mientras que Lucía era más reservada y disfrutaba de la tranquilidad.

Pero había algo en lo que ambas estaban de acuerdo: querían ser la preferida de mamá. Un día, después del colegio, Lorena llegó a casa con una gran sonrisa en el rostro.

Había sacado la mejor nota en el examen de matemáticas y estaba segura de que esto la convertiría en la favorita de mamá. Pero cuando entró a la cocina, vio a su hermana sentada junto a mamá, riendo y charlando animadamente.

Lorena sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de que no era ella quien tenía toda la atención de mamá. - Hola mamá, hola Lucía -dijo Lorena con voz temblorosa-. ¿Qué están haciendo? -Estamos preparando unas galletitas para merendar -respondió mamá sonriendo-. ¿Quieres ayudarnos? Lorena asintió sin muchas ganas.

No podía dejar que su hermana se quedara sola con mamá durante mucho tiempo. Tenía que hacer algo para demostrarle a mamá que ella también era especial.

Mientras mezclaban los ingredientes para las galletitas, Lucía comenzó a contarle a mamá sobre una actividad escolar que había realizado esa semana. Mamá parecía muy interesada en lo que decía su hija mayor. Lorena comenzó a sentirse cada vez más incómoda e ignorada.

No podía soportar ver cómo su hermana recibía toda la atención mientras ella era ignorada. - Mamá, mamá -interrumpió Lorena-. ¡Mira esto! Todos se giraron para ver lo que Lorena sostenía en sus manos. Era un dibujo que había hecho en clase de arte.

- ¡Qué bonito! -dijo mamá con una sonrisa-. Eres muy talentosa, hija. Lorena sonrió triunfante al escuchar las palabras de mamá. Había logrado captar la atención de su madre y demostrarle que ella también era especial.

Pero el momento no duró mucho tiempo. Lucía comenzó a contar una historia sobre una excursión escolar y nuevamente atrajo toda la atención de mamá. Lorena sintió cómo el nudo en su estómago volvía a aparecer.

No quería seguir peleando con su hermana por la atención de mamá, pero se sentía frustrada e impotente ante la situación. Esa noche, mientras cenaban juntas, Lorena decidió hablar con su hermana sobre lo que estaba sintiendo.

- Lucía, ¿tú crees que siempre tienes más atención de mamá? Lucía frunció el ceño y miró a su hermana menor con sorpresa. - ¿De qué hablas? -preguntó Lucía-. Yo no creo eso para nada. - Pero es verdad -insistió Lorena-.

Siempre pareces tener más cosas interesantes para contarle a mamá y yo me siento ignorada. Lucía suspiró y puso una mano en el hombro de su hermana menor. - Mira Lorena, yo sé que tú eres muy especial para mamá.

Ella te quiere tanto como a mí. Pero cada uno tiene algo diferente que lo hace especial. Tú eres muy talentosa en el arte y yo soy buena en otras cosas.

Pero eso no significa que mamá nos quiera más o menos. Lorena pensó en las palabras de su hermana y se dio cuenta de que tenía razón. No era necesario pelear por la atención de mamá, ya que ambas eran especiales a su manera.

Desde ese día, Lorena decidió concentrarse en sus habilidades y dejar de compararse con su hermana mayor. Aprendió a apreciar sus propias cualidades y a sentirse orgullosa de sí misma sin necesidad de competir con nadie.

Y aunque todavía había momentos en los que sentía un poco de celos hacia Lucía, sabía que lo importante era mantener una buena relación entre ellas y no dejar que la rivalidad arruinara su amor fraternal.

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