La Espera Solidaria


Había una vez un pequeño hotel en el jardín de la casa de Clara. Era un lugar especial que estaba hecho exclusivamente para los insectos.

Tenía habitaciones acogedoras, camitas hechas de hojas y hasta un pequeño comedor donde se servían deliciosas gotitas de rocío. Los insectos del jardín siempre esperaban con ansias la llegada del verano, ya que era en esa época cuando podían hospedarse en el hotel y disfrutar de todas sus comodidades.

Pero este año algo había cambiado. El invierno había sido muy duro y muchos insectos habían perdido sus hogares. El viento frío y las fuertes lluvias habían arrastrado sus nidos y madrigueras, dejándolos sin un lugar donde refugiarse.

Por eso, todos estaban emocionados por llegar al hotel y descansar. Sin embargo, cuando llegaron al jardín, se encontraron con una sorpresa desagradable: el hotel estaba cerrado y parecía abandonado. Las puertas estaban trancadas y no había señales de vida dentro.

- ¡Oh no! ¿Dónde vamos a dormir ahora? -se lamentaba Lucas la luciérnaga mientras volaba preocupado entre los demás insectos. - Tranquilízate Lucas, seguro hay alguna explicación -dijo Valentina la mariquita intentando calmarlo-. Vamos a investigar qué sucedió.

Así comenzaron su aventura en busca de respuestas. Recorrieron todo el jardín e interrogaron a cada planta para saber si alguien sabía lo que había pasado con el hotel. Pero nadie tenía idea.

Fue entonces cuando conocieron a Benjamín, un saltamontes muy sabio que vivía en la rama más alta de un árbol cercano. - ¡Hola amigos! Veo que están buscando respuestas -dijo Benjamín con su voz tranquila y serena-. El hotel fue cerrado temporalmente porque necesitaba algunas reparaciones.

Pero no se preocupen, estoy seguro de que Clara lo abrirá pronto. Los insectos suspiraron aliviados al escuchar las palabras de Benjamín. Sabían que podían confiar en él y su sabiduría.

- Gracias por tu ayuda, Benjamín -dijo Martina la abeja mientras volaba hacia el hotel-. Vamos a esperar pacientemente hasta que esté listo para recibirnos nuevamente. Y así fue como los insectos del jardín decidieron esperar.

Durante ese tiempo, trabajaron juntos para construir pequeños refugios temporales donde pudieran descansar y protegerse del clima adverso. Aprendieron a compartir y a cuidarse mutuamente, convirtiéndose en una gran familia.

Un día soleado, mientras todos estaban ocupados en sus tareas diarias, Clara apareció con una sonrisa radiante y las puertas del hotel completamente renovadas. Los insectos no podían creerlo, finalmente podrían ingresar al lugar que tanto extrañaban. - ¡El hotel está abierto! -gritó Lucas emocionado-. ¡Vamos! Los insectos corrieron hacia el hotel con alegría desbordante.

Cada uno encontró su habitación perfecta y se sintieron como en casa nuevamente. Celebraron con una gran fiesta llena de música y baile, agradecidos por tener un lugar donde hospedarse y estar juntos.

Desde ese día, el hotel se convirtió en un refugio seguro para los insectos del jardín. Y cada verano, cuando llegaba el momento de ingresar, recordaban la importancia de la paciencia y la solidaridad.

Y así, los insectos aprendieron que a veces las cosas no salen como uno espera, pero con perseverancia y trabajo en equipo, siempre encontrarán una solución. Y esas lecciones valiosas quedaron grabadas en sus corazones para siempre.

Dirección del Cuentito copiada!