La Esperanza de Marcelo
Marcelo siempre había querido tener un perro, pero su madre nunca le permitió tener uno. Él miraba con envidia a sus amigos que paseaban a sus mascotas por el parque y jugaban con ellas en el jardín.
Un día, mientras caminaba hacia la escuela, Marcelo vio a un perro callejero durmiendo en una caja de cartón cerca de la acera. El animal parecía triste y solitario, y Marcelo no pudo evitar sentirse mal por él.
"¿Puedo jugar contigo?"- preguntó Marcelo al perro callejero. El perro abrió los ojos y movió la cola emocionado.
Desde ese momento, todas las mañanas antes de ir a la escuela, Marcelo visitaba al perro callejero para jugar con él y llevarle comida. Marcelo se sentía feliz de poder ayudar al perro callejero, pero seguía soñando con tener su propia mascota.
Un día, mientras hablaba con el dueño de una tienda local sobre su amor por los animales, éste le sugirió una idea brillante:"¿Por qué no te conviertes en voluntario del refugio animal? Allí podrás pasar tiempo con muchos perros diferentes y aprender más sobre cómo cuidarlos".
Marcelo se emocionó ante esta idea y decidió seguir el consejo del dueño de la tienda. Después de hablar con su madre sobre ello, ella finalmente aceptó acompañarlo al refugio animal. Allí conocieron a muchos cachorros adorables que necesitaban hogares amorosos.
Aunque Marcelo deseaba llevárselos todos consigo mismo, sabía que no era posible. Pero un día, mientras ayudaba a limpiar los recintos de los perros, Marcelo se encontró con un cachorro especial. Era pequeño y animal, y lo miraba con ojos grandes y tristes.
"¿Cómo se llama este cachorrito?"- preguntó Marcelo al cuidador del refugio. —"Esperanza" - respondió el cuidador-. "Es una perrita muy dulce pero ha sido abandonada varias veces". Marcelo sabía que esa era la perrita perfecta para él.
Habló con su madre sobre adoptarla y finalmente ella aceptó. Ahora, Marcelo tenía su propio perro. Esperanza había encontrado un hogar amoroso y nunca más tendría que preocuparse por quedarse sola en las calles.
Marcelo aprendió mucho sobre cómo cuidar a un animal durante sus días en el refugio animal. Ahora él y Esperanza eran inseparables, disfrutando juntos de largas caminatas por el parque y jugando en el jardín.
Y aunque todavía visitaba al perro callejero de vez en cuando para llevarle comida, sabía que ahora tenía todo lo que necesitaba: su propia mascota amada.
FIN.