La esperanza de Paz



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivía Paz, una niña curiosa y alegre que siempre estaba rodeada de amigos.

Paz era la hija única de Marta y Juan, quienes trabajaban en la panadería del lugar. Un día, mientras ayudaba a su mamá en la panadería, Marta anunció emocionada: "Paz, tengo una noticia muy especial para darte. ¡Vas a tener un hermanito en agosto!".

Paz no podía creerlo, estaba tan feliz que saltaba de alegría por todo el local. "¡Qué emoción! ¡Voy a ser la mejor hermana mayor del mundo!", exclamó Paz con una sonrisa gigante en su rostro.

Los días pasaron y Paz no paraba de imaginar cómo sería su nuevo hermanito. Se preguntaba si sería travieso como ella o más tranquilo, si le gustaría jugar al fútbol o preferiría pintar cuadros como su mamá. Estaba ansiosa por conocerlo.

Una tarde soleada de julio, mientras paseaba por el parque con sus amigos, Paz escuchó unos maullidos provenientes de unos arbustos. Al acercarse, descubrió a un gatito blanco y negro que parecía perdido. Sin dudarlo un segundo, lo tomó entre sus brazos y decidió llevarlo a casa.

"Mamá, mamá, ¡mira lo que encontré en el parque! ¿Podemos quedarnos con él?", pidió Paz con ojos suplicantes. Marta miró al gatito y sonrió: "Claro que sí, cariño. Pero recuerda que cuidarás de él tú misma".

Desde ese día, Paz se convirtió en la mejor amiga del gatito al que llamaron Rayo por sus rápidos movimientos.

Juntos vivieron mil aventuras: exploraron el jardín trasero en busca de tesoros enterrados por Rayo (como rollos de papel higiénico robados), construyeron castillos con mantas y almohadas dentro de casa e incluso organizaron conciertos donde Rayo maullaba al ritmo del piano imaginario tocado por Paz. Llegó agosto y finalmente llegó el esperado día.

Marta fue al hospital para dar a luz a su nuevo bebé mientras Juan se quedaba cuidando a Paz y a Rayo en casa. La espera se hizo larga pero cuando recibieron la llamada anunciando la llegada del bebé todos corrieron emocionados hacia el hospital.

Al entrar en la habitación vieron a Marta sosteniendo tiernamente al recién nacido envuelto en una manta azul celeste. Era un niño precioso con grandes ojos brillantes como los de su hermana mayor.

"¿Cómo lo vamos a llamar?", preguntó Juan emocionado. "Creo que deberíamos llamarlo Tomás", sugirió Paz con una sonrisa radiante. Y así fue como Tomás se convirtió oficialmente en parte de la familia junto con su hermana mayor Paz y su fiel amigo animal Rayo.

La vida siguió llena de risas, juegos y amor incondicional entre los cuatro miembros de esta familia tan especial.

FIN.

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