La espuma mágica de Tomás
Había una vez un nene llamado Tomás que no quería bañarse. Cada vez que su mamá le pedía que se metiera en la ducha, él hacía una gran rabieta y se escondía debajo de la cama.
"No quiero bañarme, mamá. Me da frío el agua", decía Tomás con voz llorosa. Su mamá intentaba convencerlo de todas las maneras posibles, pero nada parecía funcionar.
Hasta que un día, mientras paseaban por el parque, se encontraron con un grupo de niños jugando en un charco de barro. "¡Mira mamá! ¡Qué divertido!", exclamó Tomás señalando a los niños. Su mamá sonrió y le dijo:"Sí, parece divertido.
Pero ¿te das cuenta de lo sucios que están?"Tomás miró detenidamente a los niños y notó que estaban cubiertos de barro hasta las rodillas. "Bueno sí... pero ellos están jugando", respondió Tomás pensativo. Su mamá lo miró fijamente y le dijo:"Exacto.
Ellos están jugando ahora, pero después tendrán que limpiarse para poder estar cómodos y saludables". Tomás entendió el mensaje y desde ese día empezó a tomar sus baños sin ninguna protesta.
Además, descubrió lo divertido que era jugar con espuma en la ducha y cómo podía inventar historias fantásticas mientras dejaba correr el agua por su cuerpo.
Pero como toda buena historia tiene giros inesperados, un día mientras jugaba con sus amigos en la calle, Tomás resbaló sobre una poza llena de barro y terminó cubierto de pies a cabeza. "¡Oh no! ¡Qué desastre!", exclamó Tomás mientras trataba de limpiarse con una servilleta. Sus amigos se rieron de él y le dijeron que parecía un cerdito.
Pero en lugar de enojarse, Tomás se tomó la situación con humor y les dijo:"Bueno, al menos me divierto más bañándome que tratando de quitarme este barro". Desde ese día, Tomás nunca volvió a tener problemas para bañarse.
Aprendió la importancia de mantenerse limpio y saludable, pero también descubrió que incluso las situaciones más divertidas pueden requerir un buen baño después.
FIN.