La Estatua de Amor Eterno



Había una vez en un pequeño pueblo al sur de Argentina, una madre llamada Elena y su hijo Martín.

Martín estaba enfermo desde hace mucho tiempo, y a pesar de todos los esfuerzos de Elena por encontrar una cura, la salud del niño empeoraba cada día. Una noche oscura y fría, mientras Elena cuidaba a su hijo enfermo, una luz brillante iluminó la habitación.

Un ángel apareció frente a ella con alas resplandecientes y una mirada llena de compasión. —"Elena" , dijo el ángel con voz suave, "he escuchado tus plegarias y deseos más profundos. Estoy aquí para concederte un deseo que cambiará tu vida para siempre.

"Elena no podía creer lo que veía, pero decidió pedirle al ángel algo que pudiera salvar a su amado hijo. "Por favor", suplicó Elena con lágrimas en los ojos, "te ruego que cures a mi hijo Martín. No puedo soportar verlo sufrir más.

"El ángel asintió con tristeza y extendió sus manos sobre el niño enfermo. Una luz cegadora llenó la habitación por un instante, y cuando todo volvió a la normalidad, Martín estaba sano y sonriendo como nunca antes.

Elena no podía contener la emoción y abrazó a su hijo con fuerza. Pero entonces se dio cuenta de que algo extraño estaba pasando: su piel empezaba a volverse rígida y fría.

El ángel le explicó que para salvar a Martín, ella debía convertirse en estatua y permanecer así por toda la eternidad. Aunque Elena sintió miedo al principio, sabía en lo más profundo de su corazón que había tomado la decisión correcta.

La noticia corrió rápidamente por el pueblo, y pronto personas de todas partes venían a ver la estatua de la madre valiente que sacrificó todo por amor a su hijo. Los años pasaron, pero la historia de Elena nunca fue olvidada.

Su espíritu vivía en cada persona que pasaba junto a la estatua, recordándoles el poder del amor incondicional y el sacrificio desinteresado. Martín creció fuerte y sano gracias al milagro de su madre.

Siempre visitaba la estatua para contarle sobre sus logros y alegrías; sabiendo en lo más profundo de su corazón que ella seguía cuidando de él desde algún lugar mejor. Y así, la estatua de Elena se convirtió en un símbolo de esperanza y amor eterno para todos aquellos que tuvieran el privilegio de conocer su historia.

Y aunque ya no caminaba entre ellos, su espíritu viviría por siempre en cada acto generoso e altruista inspirado por su increíble sacrificio.

FIN.

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