La Estrella Curiosa
Había una vez una pequeña estrella llamada Lía, que brillaba en lo alto del cielo. Cada noche, veía a los niños jugando en la Tierra y deseaba poder conocerlos. Un día, decidió bajar para ver de cerca sus sonrisas. Se deslizó suavemente por un rayo de luz y aterrizó en un jardín lleno de flores y risas.
Lía observó maravillada a un grupo de niños que estaban jugando a la pelota. Ella quería unirse, así que reunió valor y se acercó.
"- ¡Hola!" -dijo Lía, iluminándose un poco más de emoción.
Los niños se detuvieron y miraron al cielo, asombrados. Uno de ellos, un niño llamado Tomás, preguntó:
"- ¿Quién eres? ¿De dónde vienes?"
"- Soy Lía, una estrella del cielo. He venido a jugar con ustedes" -respondió alegremente la estrella.
"- ¡Guau! ¡Una estrella! Nunca había conocido a una estrella" -dijo Ana, la más pequeña del grupo, con sus ojos brillando de emoción.
Lía se sintió feliz de que los niños la aceptaran. Así que decidió jugar con ellos. Al principio, jugaban a la pelota, pero pronto se dieron cuenta de que Lía era un poco diferente. A veces, cuando se emocionaba, brillaba tanto que deslumbraba a los demás.
"- ¡Cuidado, Lía! ¡No brilles tanto!" -le advirtió Tomás entre risas.
"- Lo siento, no puedo evitarlo, ¡soy una estrella!" -exclamó Lía con una sonrisa.
Después de un tiempo de juegos, Lía notó que algunos niños estaban tristes porque no podían alcanzar el árbol más alto del jardín. Lía, siempre dispuesta a ayudar, dijo:
"- ¿Quieren que los ayude? Puedo brillar tanto que quizás pueda hacer que lleguen a las ramas más altas."
"- ¡Sí! ¡Por favor!" -gritaron todos juntos, llenos de esperanza.
Así que Lía brilló intensamente y sus rayos de luz formaron una especie de escalera hacia el árbol. Con gran emoción, los niños comenzaron a subir, pero al llegar a la cima, se dieron cuenta de que el árbol era más alto de lo que pensaban.
"- ¡Ay, no! ¡¿Qué hacemos ahora? !" -gritó Ana, asustada.
"- ¡No se preocupen! ¡Voy a ayudarles otra vez!" -dijo Lía, manteniendo su luz brillante. Pero mientras intentaba brillar todavía más, algo extraño sucedió: comenzó a sentir que se desvanecía.
"- ¡Lía, no! ¡No dejes de brillar!" -gritó Tomás, viendo cómo la estrella se debilitaba. Lía comprendió que no podía seguir brillando tan fuerte sin agotarse, así que decidió usar su brillo de otra manera.
"- Chicos, ¡bajen! ¡Pueden jugar aquí abajo!"
"- Pero queríamos ver el mundo desde arriba" -contestó Ana, decepcionada.
"- Y lo verán, pero juntos. A veces, es mejor disfrutar lo que tenemos en lugar de querer alcanzar lo que no podemos" -les enseñó Lía con una dulce sonrisa.
Los niños, con un poco de tristeza al no haber alcanzado la cima, empezaron a bajar. Al llegar al suelo, una idea brillante iluminó la mente de Tomás.
"- ¿Y si construimos una plataforma para ver más alto?" -sugirió emocionado.
"- ¡Eso es!" -respondieron todos.
Así fue como comenzaron a trabajar juntos, usando cajas, troncos y lo que encontraban en el jardín. Pronto, habían creado una pequeña estructura que les permitía ver muchas cosas desde arriba, sin necesidad de subir a un árbol tan alto.
"- ¡Miren! ¡Podemos ver el cielo más de cerca, pero también a nuestro alrededor!" -dijo Ana, sonriendo.
Lía, satisfecha, pensó que había aprendido algo valioso.
"- A veces, amigos, el brillo verdadero no está en lo que alcanzamos, sino en cómo hacemos que los momentos juntos sean especiales" -les dijo con ternura.
Y así, la estrella y los niños siguieron jugando bajo la luz de la luna, disfrutando de su amistad y de cada pequeño momento juntos. Lía entendió que, aunque no pudiera estar cada noche en la Tierra, siempre llevaba en su corazón esa experiencia hermosa.
Desde entonces, volvía a mirar a los niños desde el cielo, sintiéndose parte de su mundo, y al mismo tiempo, ellos siempre miraban hacia arriba, sonriendo al saber que su amiga la estrella siempre estaría cuidando de ellos. Como un faro en la oscuridad, Lía brillaba con un nuevo significado, recordándoles que la verdadera amistad ilumina el camino.
Y así, cada noche, los niños seguían jugando, sabiendo que aunque a veces las cosas no salgan como se espera, siempre hay una manera de brillar juntos.
FIN.