La Estrella de la Navidad
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Luminoso, una estrella especial que brillaba intensamente cada Navidad. La estrella vivía en lo alto de una montaña y, cada año, iluminaba el cielo para guiar a las personas a la celebración de la Navidad. Todos en el pueblo esperaban ansiosamente su llegada, pues significaba alegría, risas y buenos deseos.
Pero este año, algo extraño sucedió. La estrella, llamada Estrella Brillante, se sentía triste y apagada. Había estado observando desde lo alto de la montaña cómo las personas del pueblo discutían y se olvidaban del verdadero significado de la Navidad.
"¿Por qué no celebran la bondad y la unidad?", se preguntó Estrella Brillante mientras miraba a los niños pelearse por un juguete en la plaza del pueblo.
Un día, un pequeño niño llamado Mateo subió a la montaña para encontrarse con la estrella. Mateo amaba la Navidad y siempre deseaba ver su luz.
"¡Hola, Estrella Brillante!", gritó Mateo desde la cima. "¿Por qué estás tan apagada?"
La estrella lo miró y, con un susurro, dijo:
"Estoy triste porque en el pueblo no hay armonía. Todos están tan concentrados en los regalos que han olvidado lo que realmente importa."
Mateo, preocupado, decidió hacer algo al respecto. Bajó a Luminoso y se reunió con sus amigos.
"Chicos, tenemos que hacer algo por la Estrella Brillante", propuso. "Si seguimos así, no brillará más en Navidad."
Los niños comenzaron a planificar. Decidieron organizar una fiesta navideña donde todos ayudarían a decorar el pueblo y compartirían lo que tenían.
"Vamos a cantar villancicos, ofrecer comidas a quienes lo necesiten y jugar juntos", dijo Sofía, una de las amigas de Mateo.
Los pequeños empezaron a trabajar juntos. Sin embargo, al principio, algunos adultos no estaban convencidos.
"¿Para qué perder el tiempo en eso?", murmuró don Manuel, un anciano del pueblo. "La Navidad es para gastar dinero en regalos."
Pero los niños no se dieron por vencidos.
"Don Manuel, la Navidad también es compartir y estar con quienes queremos. ¡Venga con nosotros!", le pidió Mateo con una gran sonrisa.
Al ver la pasión y la alegría de los niños, don Manuel decidió unirse a ellos. Pronto, otros adultos comenzaron a unirse también.
La noche de la fiesta, el pueblo estaba lleno de luces y risas. Todos compartían platos, jugaban y cantaban. La Estrella Brillante, desde lo alto de la montaña, comenzó a sentir calidez en su corazón.
"Miren, miren!", exclamó la abuela Clara, admirando el cielo. "La estrella brilla más que nunca!"
La Estrella Brillante brilló con más intensidad que en años anteriores, iluminando todo el pueblo con su luz. Shimmy, un pequeño zorro que vivía en la montaña, observó la escena y dijo:
"¿Así que eso es lo que sucede cuando se comparte la alegría?"
"Sí, exactamente! La luz del amor puede vencer cualquier oscuridad", respondió la estrella, sintiendo cómo su brillo se reforzaba con cada risa y cada abrazo.
Al finalizar la fiesta, los niños miraron a la estrella en el cielo.
"¡Gracias, Estrella Brillante!", gritaron todos juntos, emocionados.
Desde ese día, la estrella no solo iluminó las noches de Navidad, sino que, cada año, los habitantes de Luminoso recordaban la importancia de la unión y la bondad. La estrella siempre volvía a brillar con más fuerza, reflejando el cariño y la alegría del pueblo.
Y así, con el paso del tiempo, se convirtió en una tradición que nuevos amigos y viejos se reunieran cada Navidad para celebrar lo que realmente importaba: la alegría de estar juntos y compartir amor.
"Esta Navidad, celebremos con el corazón", dijo Mateo, recordando siempre el brillo de la Estrella de la Navidad.
FIN.