La Estrella de los Deseos



Una noche clara, cuando el cielo brillaba lleno de estrellas, Juan y Sofía salieron a dar un paseo. De repente, Juan detuvo su andar y miró fijamente una estrella que resplandecía más que las demás.

- Mirá esa estrella, Sofía. ¿No es hermosa? - dijo Juan, señalando con su dedo.

- ¡Sí! Parece que está sonriendo. - respondió Sofía, emocionada.

- ¿Te imaginas que pudiera concedernos un deseo? - preguntó Juan.

- ¡Sería increíble! ¿Qué pedirías? - inquirió ella con curiosidad.

Juan pensó por un momento y dijo:

- Me gustaría tener una familia, con niños que corran y jueguen en nuestro jardín.

- ¡Eso suena maravilloso! Yo también quiero eso. - Sofía sonrió y, juntos, cerraron los ojos y pidieron su deseo a la estrella.

A la mañana siguiente, cuando despertaron, algo extraño ocurrió. En el jardín de su casa, encontraron una pequeña canasta.

- ¡Mirá esto, Juan! - exclamó Sofía, corriendo hacia la canasta.

- Es una canasta mágica. - dijo Juan, asombrado.

Dentro de la canasta había tres pequeños pájaros de colores que parecían tener ganas de jugar. Sofía tomó uno en su mano.

- Son tan bonitos. Pero… ¿qué tienen que ver con nuestro deseo? - preguntó ella.

Los pájaros comenzaron a trinar y a volar alrededor de ellos. De pronto, uno de los pájaros se posó en el hombro de Juan y le susurró:

- Tu deseo ya está en camino, amigos. ¡Sólo tienen que cuidarnos a nosotros! Si lo hacen, su sueño se hará realidad.

Sofía y Juan se miraron sorprendidos.

- ¿Nosotros? ¿Debemos cuidar de ustedes? - dijo Juan incrédulo.

- Sí, cada día es un paso hacia su sueño. Pero tendrán que aprender a cuidar y a amar. - respondió el pájaro.

Desde ese día, Juan y Sofía decidieron tomar su responsabilidad en serio. Alimentaron a los pájaros, los llevaron al parque y les hicieron una casita en el jardín. Y cada día, su amor y cuidado crecían.

Un día, mientras estaban jugando con los pájaros, Sofía dijo:

- Creo que hemos aprendido a cuidar de estos pequeños. Me siento tan feliz. -

- Sí, ya no son solo pájaros, son parte de nuestra familia. - respondió Juan.

Sin embargo, a medida que pasaban los días, una noche los pájaros se veían tristes.

- ¿Qué pasa, amigos? - preguntó Sofía preocupada. - No están tan alegres como siempre.

- Bueno, es que… - comenzó uno de los pájaros - queremos que ustedes comprendan que una familia también necesita más cosas. Necesitan tiempo juntos, risas y momentos especiales. -

Juan y Sofía miraron a los pájaros y se dieron cuenta de que a veces, en su afán de cumplir su deseo, habían olvidado disfrutar de esos momentos.

- ¡Tienen razón! Hay que peregrinar a ser una familia, no solo cuidarlos. - dijo Juan.

Así que decidieron pasar más tiempo juntos. Hicieron picnics en el parque, juegos de mesa y hasta noches de películas. Los pájaros comenzaron a cantar más alegres que nunca.

Una mañana, cuando despertaron, encontraron una nueva canasta en el jardín. Esta vez, no eran pájaros, sino tres pequeños patitos.

- ¡Mirá! - gritó Sofía - ¡Hemos conseguido otra parte de nuestra familia!

- ¡Es un regalo de la estrella! - contestó Juan con una sonrisa.

Los patitos eran juguetones y traviesos. No tardaron en hacer que el hogar de Juan y Sofía se llenara de risas y alegría. Aprendieron a cuidarlos también, y los patitos se volvieron parte de su pequeño hogar.

Con el paso del tiempo, Juan y Sofía se dieron cuenta de que el verdadero deseo que había concedido la estrella no era solo tener una familia, sino que cada día debía ser vigilado y alimentado por amor.

Así, con el corazón pleno y un hogar lleno de vida, miraron nuevamente a esa estrella que les había concedido su deseo. Y entre sonrisas, juntos dijeron:

- Gracias, estrella, por enseñarnos que una familia se construye con amor y cuidado.

Desde entonces, cada vez que miraban al cielo, recordaban que el verdadero brillo en sus vidas no estaba solo en las estrellas, sino en su jardín lleno de patitos, pájaros y mucho amor.

FIN.

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