La Estrella de los Deseos



Érase una vez en un pequeño pueblo de Argentina, donde vivían tres hermanas: Clara, Sofía y Valentina, y dos hermanos: Tomás y Lucas. Todos ellos eran muy unidos y pasaban la mayor parte del tiempo jugando y explorando la naturaleza. Sus días estaban llenos de risas y aventuras, y sus padres siempre los alentaban a seguir sus sueños.

Una noche, mientras estaban sentados en el patio mirando las estrellas, Clara dijo: "¿Vieron esas estrellas fugaces? Se dice que podemos pedir un deseo cuando vemos una."

Sofía, que era la más soñadora, respondió: "¡Yo quiero pedir un deseo! Quiero que nuestra granja tenga más animales para cuidar. Me encantan los caballos y las ovejas."

Valentina, siempre creativa, interrumpió: "Yo quiero un jardín lleno de flores de todos los colores. Sería tan bonito y podríamos hacer un picnic allí cada fin de semana."

Tomás, el mayor de los hermanos, dijo con una sonrisa: "Yo quiero un árbol de manzanas que nunca se acaben. Siempre podríamos tener manzanas frescas para comer y compartir."

Lucas, el más pequeño, miró a sus hermanas y hermanos, y dijo: "Yo solo quiero que siempre estemos juntos y que tengamos aventuras."

Esa noche, cada uno pidió su deseo mirando las estrellas fugaces. Al siguiente día, el cielo se oscureció repentinamente. Los niños miraron hacia arriba y vieron una luz brillante que se acercaba rápidamente. Fue entonces cuando una estrella fugaz, más grande y hermosa que cualquiera que hubieran visto, aterrizó suavemente en su jardín.

Sorprendidos y asombrados, se acercaron a la estrella. De ella salió un destello de luz y una voz melodiosa dijo: "Soy Estrella, la guardiana de los deseos. He escuchado sus deseos y he venido a ayudarles, pero deben aprender una lección importante antes de poder recibir lo que pidieron."

Los niños miraron entre sí, intrigados. "¿Qué lección?" -preguntó Sofía, con curiosidad.

Estrella sonrió y explicó: "Debes trabajar juntos para lograr tus deseos. La amistad y la colaboración son la clave. Les daré tres desafíos que deberán superar juntos."

Los niños aceptaron entusiasmados. El primer desafío fue construir un cobertizo para los animales. "Necesitamos madera y herramientas", dijo Tomás. "Juntos podemos hacerlo más rápido."

Durante días, los niños juntaron materiales y trabajaron en equipo. Aprendieron a ayudarse mutuamente y a no rendirse ante los obstáculos. Finalmente, construyeron un hermoso cobertizo. Estrella apareció con un grupo de animales: caballos, ovejas y gallinas.

El segundo desafío fue crear un jardín lleno de flores. "Vamos a plantar semillas de diferentes colores", sugirió Valentina.

Los cinco hermanos y hermanas se pusieron manos a la obra, cavaron, plantaron y regaron las semillas. Aprendieron a cuidar de las plantas y se divirtieron al verlas crecer. Cuando el jardín floreció, Estrella volvió con más sorpresas: mariposas y aves que llenaban el espacio con su belleza.

El tercer desafío era un poco más complicado. "Necesitamos un árbol de manzanas`, mencionó Lucas, pero no sabemos dónde encontrar uno."

"No se preocupen", dijo Estrella. "Solo hay que poner en práctica lo que aprendieron. Si trabajan juntos, podrán conseguirlo."

Entonces, decidieron buscar un árbol de manzanas en el bosque cercano. En lugar de separarse, decidieron ir juntos, compartiendo ideas y explorando el lugar. Después de un rato, se encontraron con un viejo árbol de manzanas que estaba cubierto de hojas secas. Las manzanas estaban ahí, pero debían cuidar del árbol para que diera frutos nuevamente.

"Vamos a limpiarlo y asegurarnos de que crezca sano", dijo Clara.

"Sí, y cuidaremos de él todos los días", agregó Sofía entusiasmada.

Después de meses de trabajo duro, el árbol comenzó a florecer y pronto estuvo lleno de manzanas frescas. Estrella apareció de nuevo, esta vez con una amplia sonrisa. "Han superado todos los desafíos con amistad y trabajo en equipo. Su deseo de estar juntos y cuidar de su hogar se ha hecho realidad."

No solo tenían un jardín lleno de flores y un cobertizo con animales, sino que además habían cultivado un fuerte lazo de amistad entre ellos. Sus deseos no solo enriquecieron sus vidas, sino que también les enseñaron a valorar cuánto podían lograr juntos.

"Gracias, Estrella«, dijeron todos al unísono.

"Recuerden siempre que cuando trabajen unidos, no hay deseo imposible."

Y desde entonces, los niños del pueblo siguieron explorando, cultivando, riendo y aprendiendo juntos, sabiendo que su unión era la verdadera magia detrás de todos sus sueños.

Así, la estrella fugaz les había dado un regalo aún más valioso que sus deseos: la amistad y la habilidad de trabajar en equipo.

Y cada vez que miraban al cielo, recordaban la importancia de ser solidarios, generosos y, sobre todo, estar siempre juntos.

FIN.

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