La Estrella de Naidad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Luminaria, donde el sol siempre brillaba y la luna siempre sonreía, un grupo de amigos: Naidad, una niña llena de curiosidad; Ana, una soñadora; Sergio, un inventor y Lucía, una artista. Juntos, siempre estaban buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras exploraban el bosque cercano, encontraron una estrella brillante atrapada entre las ramas de un árbol.

"¡Mirad!" - exclamó Naidad, apuntando hacia la estrella. "Parece que necesita ayuda".

"Pero, ¿cómo la vamos a liberar?" - preguntó Ana, con su voz suave y llena de preocupación.

"Tengo una idea" - dijo Sergio, ajustándose las gafas. "Podemos construir una escalera. Así podremos alcanzar la estrella".

"¡Sí!" - gritó Lucía emocionada. "Pero también deberíamos hacer un dibujo de la estrella, y de nuestro plan. Así lo podemos recordar".

Los cuatro amigos se pusieron manos a la obra. Sergio reunió ramas, hojas y un poco de cuerda que encontró en su mochila. Mientras tanto, Lucía dibujaba un mural colorido en la tierra, mostrando a la estrella y su misión.

Una vez que terminaron la escalera, se dio cuenta de que era más alta de lo que pensaban.

"¿Y si se cae?" - preguntó Ana, un poco asustada.

"Debemos ser valientes" - dijo Naidad. "Si no lo intentamos, nunca sabremos si podemos ayudarla".

Todos estuvieron de acuerdo y, uno a uno, empezaron a subir. Cuando llegó el turno de Naidad, sintió un nudo en el estómago, pero recordó lo que habían hablado y, respirando hondo, comenzó a escalar.

"¡Ya casi llego!" - gritó Naidad, extendiendo la mano hacia la estrella. Pero justo en ese momento, un viento fuerte sopló y la escalera comenzó a tambalearse.

"¡Cuidado!" - gritó Ana. "¡Bájate!".

Naidad dudó, pero la valentía era más fuerte. En un momento de inspiración, se sostuvo con una mano en la rama del árbol y con la otra tomó la estrella.

"¡Lo logré!" - dijo Naidad mientras deslizaba la estrella con cuidado hacia el suelo. Todos celebraron y saltaron de alegría.

"¡Esto es increíble!" - dijo Lucía. "¿Ahora qué haremos con ella?".

"Podemos llevarla al pueblo y mostrarla a todos" - sugirió Sergio, entusiasmado. "Podríamos hacer una gran fiesta para celebrar su liberación".

A medida que se acercaban al pueblo con la estrella, notaron que los niños del lugar estaban tristes porque no había suficientes juegos para todos.

"A lo mejor la estrella puede ayudar" - dijo Ana, inspirada. "¡Podríamos pedirle un deseo!".

Cuando llegaron, le pidieron a la estrella que hiciera el lugar más divertido. La estrella, con su luz brillante, iluminó el pueblo y, como por arte de magia, aparecieron nuevos juegos y colores vibrantemente.

"¡Guau! ¡Es hermosa!" - exclamó un niño del pueblo al ver los juegos.

"Ahora todos podemos jugar juntos" - dijo Naidad, sonriendo de oreja a oreja.

Pero la estrella, sintiéndose querida y segura, empezó a hablar.

"¡Gracias por liberarme! Pero también debo seguir mi camino. Debo regresar al cielo para iluminar a otros lugares".

"Por favor, no te vayas" - suplicó Lucía, contemplando la belleza de la estrella. "Has hecho nuestro pueblo mágico".

"Tu hermoso espíritu de amistad y valentía ha creado esta alegría, y eso lo llevaré conmigo. Cuando miren al cielo por la noche, pensaré en todos ustedes" - dijo la estrella, preparándose para partir.

Aunque estaban tristes por su partida, Naidad, Ana, Sergio y Lucía se dieron cuenta de que habían aprendido una valiosa lección: la verdadera magia está en la amistad y el trabajo en equipo.

Desde aquel día, les prometieron a los niños del pueblo que cada vez que vieran una estrella en el cielo, recordarían su aventura, y cómo, con un poco de valentía y colaboración, se pueden lograr cosas increíbles.

Y así, cada noche, cuando miraban hacia arriba, los cuatro amigos sonreían, recordando que a veces, las aventuras más grandes comienzan con un simple deseo de ayudar a uno más.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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