La Estrella de Navidad



Era una fresca mañana de diciembre en el pequeño pueblo de Villaluz. Cada año, los habitantes del pueblo esperaban con ansias la llegada de la Navidad, pero este año era un poco especial. Los niños habían decidido hacer algo diferente: iban a buscar la Estrella de Navidad, una leyenda que decía que quien la encontrara traería alegría y felicidad a todos.

La pandilla de niños, formada por Sofía, Mateo, Lucia y Benja, se reunieron en la plaza del pueblo con mucha emoción. Sofía, la más aventurera, tomó la delantera.

"¡Vamos a encontrarla!" - exclamó.

"¿Qué es exactamente una Estrella de Navidad?" - preguntó Mateo, un poco confundido.

"Es una estrella que brilla más que todas las demás. Dicen que se aparece en lo alto de una montaña, y si la encontramos, podemos pedir un deseo" - respondió Lucia mientras sonreía con ojos brillantes.

"¿Y si no la encontramos?" - se preocupó Benja, el más reservado.

"No importa, ¡lo importante es la aventura!" - dijo Sofía con determinación.

Con la mochila llena de galletas y una botella de agua, el grupo se puso en marcha. A medida que subían la montaña, contaban historias sobre la Estrella.

"Mi abuelo me contó que la estrella se ilumina con los actos de bondad de las personas" - relató Mateo.

"Entonces, ¡tenemos que ser muy buenos hasta que la encontremos!" - exclamó Lucia.

El día transcurrió entre risas y juegos, pero al llegar a la cima, se desató un inesperado viento frío que hizo que todos temblaran.

"¿Y si la estrella se ha ido?" - preguntó Benja, sintiéndose un poco desilusionado.

"No, ¡no puede ser! Debe estar por aquí, busquemos más" - dijo Sofía, tratando de infundirles esperanza.

El grupo continuó buscando, cada uno con su mirada concentrada en el cielo. De repente, Lucia gritó:

"¡Miren! Allí, parece que hay algo brillante entre las nubes."

"¡Es la estrella!" - exclamó Mateo, corriendo hacia el borde de la montaña.

Mientras todos miraban al cielo, comprendieron que la Estrella de Navidad no solo era un objeto brillante. En su búsqueda, habían ayudado a un anciano que necesitaba cruzar la calle y habían compartido sus galletas con un perro callejero. Esos pequeños actos de bondad habían encendido algo en ellos.

"¿Vieron? La verdadera estrella somos nosotros cuando hacemos algo bueno" - dijo Sofía, emocionada.

"Entonces, no necesitamos encontrarla, ¡ya la tenemos!" - comentó Benja, con una gran sonrisa.

"¡Es hora de volver y compartir lo que hemos aprendido!" - añadió Lucia.

Los niños comenzaron su descenso, llenos de alegría y nuevas ideas. Al llegar al pueblo, se reunieron con sus amigos y familiares y les contaron sobre su descubrimiento.

"La verdadera alegría de la Navidad viene del amor y la bondad que damos a los demás" - concluyó Mateo.

A partir de ese día, decidieron que cada Navidad harían algo bueno por el prójimo, y así, Villaluz se convirtió en un lugar más feliz y unido. Y aunque nunca encontraron la estrella brillante en el cielo, siempre tendrán la luz de los buenos actos en sus corazones.

FIN.

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