La Estrella Perdida
Había una vez una pequeña estrella que se cayó del cielo y aterrizó en el jardín de un niño llamado Mateo. La estrella, muy brillante y con un destello dorado, se sentía triste porque no podía volver al cielo.
"Hola, pequeña estrella. ¿Por qué estás tan triste?" - le preguntó Mateo al verla tumbada entre las flores.
"Me llamo Luni. Me caí del cielo y no sé cómo regresar. Estoy muy sola aquí", - respondió la estrella con un suspiro.
Mateo, que siempre había soñado con aventuras, decidió ayudarla.
"No te preocupes, Luni. Voy a buscar la manera de que vuelvas a tu hogar. Empecemos por pensar cómo lo haremos", - le dijo con una sonrisa.
Juntos, comenzaron a investigar. Primero, Mateo miró en su libro de ciencias. Encontraron un dibujo de un cohete espacial.
"¡Un cohete! Podríamos hacer uno con cosas de casa. Quizás así podamos llevarte de vuelta", - sugirió Mateo emocionado.
"¡Eso suena genial!" - dijo Luni, recuperando un poco de su brillo.
Reunieron materiales: una caja, un par de botellas vacías, papel de aluminio y muchos dibujos de nubes y estrellas que Mateo hizo para decorar.
Una vez que el cohete estuvo listo, lo colocaron en el centro del jardín.
"¿Crees que funcione?" - preguntó Luni, un poco inquieta.
"¡Por supuesto! Si le ponemos un montón de energía y fe en nuestra amistad, seguro que será un éxito", - respondió Mateo convencido.
Con toda su imaginación, Mateo hizo una cuenta regresiva.
"¡Tres, dos, uno, ¡despegue!" - gritó mientras Luni se acurrucaba en el cohete.
En ese preciso momento, un suave viento comenzó a soplar, y el cielo se iluminó con un resplandor brillante. Pero algo sucedió: el cohete no se movió.
"¡Oh no! ¿Qué hicimos mal?" - susurró Mateo, decepcionado.
"No fue tu culpa, Mateo. Quizás necesitamos algo más... tal vez un deseo fuerte" - dijo Luni, mirando al cielo.
Mateo recordó un viejo árbol que estaba en el rincón del jardín. Se dice que ese árbol cumplía deseos.
"¡Vamos a pedirle un deseo al árbol!" - exclamó Mateo, con renovada esperanza.
Se dirigieron hacia el robusto árbol, y Mateo cerró los ojos, juntó las manos y susurró:
"Por favor, querido árbol, ayúdanos a enviar a Luni de regreso al cielo. Ella pertenece allí y yo quiero que sea feliz."
Justo en ese instante, el viento comenzó a susurrar y las hojas del árbol comenzaron a moverse con fuerza. Luni brillaba más que nunca, como si el árbol respondiera a su deseo.
"Mateo, ¡mira!" - grito Luni, llena de alegría.
Con un destello de luz, Luni empezó a elevarse lentamente entre las ramas del árbol. Mateo, con los ojos llenos de asombro, supo que su esfuerzo y deseos estaban siendo escuchados.
"¡Adiós, Mateo! ¡Gracias por ser mi mejor amigo!" - gritó Luni mientras flotaba hacia el cielo.
Con una última chispa de luz, Luni se unió a su hogar en el cielo, brillando más que nunca.
Mateo sonrió, no porque Luni se hubiera ido, sino porque sabía que siempre llevaría consigo ese hermoso recuerdo. Desde ese día, cada vez que miraba las estrellas, podía ver a su amiga, brillando con fuerza, y siempre se sintió agradecido por haber intentado ayudarla.
"Siempre estarás en mi corazón, Luni" - susurró Mateo mirando hacia las estrellas.
Y así, Mateo aprendió que la amistad trasciende cualquier distancia y que, a veces, los deseos más sinceros pueden hacerse realidad, solo si pones el corazón en ello.
FIN.