La Estrella Perdida
Había una vez, en un frondoso bosque lleno de colores y risas, una estrella brillante llamada Lúmina. Lúmina no vivía en el cielo, sino en la cima de un alto árbol en el centro del bosque. Todas las noches, iluminaba el lugar con su luz mágica y hacía que todo se viera más bello. Los animales del bosque la adoraban y siempre la saludaban.
Una noche, mientras Lúmina parpadeaba felizmente, sintió un ligero viento que la hizo tambalear. De repente, un fuerte soplo la empujó y, ¡pum! , se cayó del árbol, aterrizando suavemente sobre un lecho de flores.
"¡Ay, no!" - exclamó Lúmina, mientras miraba a su alrededor, un poco asustada. No tenía idea de cómo regresar al árbol.
Un pequeño conejito llamado Saltarino, que había estado observando, se acercó.
"¿Qué te pasó, estrella?" - preguntó con curiosidad.
"Me caí de mi árbol y ahora no sé cómo volver a casa" - respondió Lúmina, con un brillo apagado.
Saltarino se sintió triste por su amiga, pero también quería ayudarla.
"¡No te preocupes! Juntos vamos a encontrar una solución. ¡Solo necesitamos pensar!" - dijo con determinación.
Así, comenzaron a buscar un modo de devolver a Lúmina a lo alto del árbol. Se encontraron con la astuta ardilla llamada Rápida.
"Hola, pequeños. ¿Qué les trae por aquí?" - preguntó, parándose en una rama cercana.
"Lúmina se cayó y queremos ayudarla a volver a su árbol. ¿Tienes alguna idea?" - explicó Saltarino.
Rápida se rascó la cabeza, pensativa.
"Podríamos hacer una gran torre con ramas para que Lúmina suba. ¡Soy muy buena recogiendo madera!" - propuso.
Los tres amigos comenzaron a recolectar ramas y hojas, pero cuando terminaron la torre, se dieron cuenta de que era un poco baja para que Lúmina pudiera alcanzar el árbol.
"Necesitamos más altura. Quizás alguien más pueda ayudarnos" - sugirió Lúmina.
Así que se dirigieron al agujero de un viejo búho sabio, llamado Don Sabio.
"¿Me pueden ayudar?" - preguntó Lúmina con esperanza.
"Claro, pero necesitamos más manos" - dijo Don Sabio.
Entonces, el búho aulló a la luna, y pronto, todos los animales del bosque se unieron: ratones, ciervos, patos y hasta un tímido zorrillo. Juntos, comenzaron a construir una grandiosa torre de ramas y hojas, apilando lo suficiente para llegar hasta el árbol.
"¡Ya casi está!" - gritó Rápida emocionada, mientras todos empujaban las ramas en su lugar.
Pero cuando todo parecía perfecto, un fuerte viento sopló y derribó la torre. Todos los animales se sintieron derrotados, pero Lúmina, con su luz titilante, les dijo:
"No se rindan, amigos. ¡Podemos volver a intentarlo!" - exclamó.
Así, se juntaron de nuevo, esta vez compartiendo ideas.
"¿Y si hacemos un paracaídas con hojas grandes para que Lúmina pueda llegar al árbol?" - sugirió Saltarino.
"¡Esa es una gran idea!" - dijo Rápida.
Entonces, todos comenzaron a trabajar juntos en el nuevo plan. Unieron muchas hojas con hilos de hierba, formando un paracaídas lo suficientemente grande. Una vez listo, Lúmina se subió al paracaídas, y juntos los animales lo levantaron.
"¡Ahora, aprovechemos el viento! ¡Suenen, sonidos de la noche!" - gritó Don Sabio, mientras hacían ondear el paracaídas con todas sus fuerzas.
Con un empuje final, Lúmina flotó hacia el cielo, más alta que nunca.
"¡Lo logramos! ¡Estoy de vuelta!" - brilló mientras iluminaba el bosque, más fuerte que antes.
Todos los animales aplaudieron y gritaron de alegría.
"Gracias, amigos. ¡Juntos, nada es imposible!" - dijo Lúmina, radiante.
Desde aquella noche, la estrella prometió que nunca olvidaría a sus amigos y, cada vez que brillaba en el cielo, lo hacía con un destello especial que recordaba a todos que el trabajo en equipo y la amistad siempre traen resultados mágicos.
Y así, Lúmina siguió brillando y, cada vez que se sentía solitaria, miraba hacia el bosque y sabía que siempre tendría a sus amigos esperando por ella.
.
FIN.