La Estrella Perdida y el Cohete Mágico
En un lugar encantado, escondido entre árboles altos y verdes prados, vivían tres pequeños seres mágicos: Paxim, Paxam y Paxum. Eran amigos inseparables, cada uno con un don especial. Paxim podía escuchar los susurros del viento, Paxam tenía el poder de hacer crecer flores con solo tocarlas, y Paxum podía iluminar la oscuridad con su risa.
Un día, mientras jugaban en su jardín, escucharon un ruido extraño. Al acercarse, ¡descubrieron una estrella que había caído del cielo! Con su luz tenue, la estrella lloraba.
"Por favor, no llores, pequeña estrella. ¿Qué te sucedió?" - preguntó Paxim, con su voz suave.
"Me llamo Estrellita y he caído del cielo porque perdí mi camino. Necesito volver a casa, pero no sé cómo" - respondió la estrella, con ojos brillantes llenos de tristeza.
"¡Nosotros te ayudaremos!" - exclamó Paxam, que ya pensaba en un plan.
"Podemos construir un cohete mágico con los materiales del bosque" - agregó Paxum, ilusionado.
Así, los cuatro amigos se pusieron manos a la obra. Primero, fueron al río para recoger ramas fuertes.
"¡Miren cuántas ramas hay!" - dijo Paxim, sonriendo.
"Las ataremos con flores que creé yo" - explicó Paxam, mostrando su talento.
"Y yo haré que el cielo nos ilumine con su magia mientras construimos" - aseguró Paxum.
Pasaron días trabajando arduamente. Durante la construcción, enfrentaron desafíos inesperados. Un lobo curioso apareció y se llevó algunas flores.
"¡Detente, lobo!" - gritó Paxam.
"¿Por qué se lo llevan?" - preguntó Estrellita.
Paxum, con su risa encantadora, logró distraer al lobo, atrayéndolo hacia un campo de flores que había creado. Todos los amigos lo miraban asombrados.
"Mirá, lobo, aquí hay más flores que las que encontrarás en mi jardín" - dijo Paxum. El lobo, intrigado, se unió al juego y olvidó las flores que había robado.
Así lograron recuperar las flores y continuaron trabajando con alegría. Pero luego se encontraron con un gran problema. Un aguacero repentino amenazó con destruir lo que habían construido.
"¡No, no! Todo nuestro esfuerzo se irá a la lluvia" - exclamó Paxim, preocupado.
"Necesitamos un refugio" - dijo Pepito, quien había estado observando desde el inicio.
Pepito tuvo una idea brillante.
"¡Podemos usar hojas grandes para cubrir el cohete!" - propuso. Juntos, recolectaron hojas y formaron un refugio protector.
"¡Que gran idea, Pepito!" - celebró Paxum.
Cuando la tormenta pasó, se dieron cuenta de que el cohete estaba seguro. Emocionados, terminaron de construirse el cohete.
Al final de la semana, llegó el gran día. La luna llena iluminaba el bosque y Estrellita brillaba con fuerza.
"Gracias, amigos. Estoy lista para volver" - dijo con gratitud.
"¡A sus asientos!" - gritó Paxam. Todos subieron al cohete, y Pepito encendió la mecha.
Pero justo antes de despegar, un viento fuerte comenzó a soplar.
"¡No!" - gritó Paxim.
Los amigos se miraron, y en un instante de reflexión, decidieron que no podían rendirse.
"¡Tomemos una decisión juntos!" - sugirió Paxum.
"Lo haremos al amanecer, cuando los vientos sean más suaves" - propuso Paxim.
Con paciencia, esperaron hasta que el cielo comenzara a iluminarse.
"¡Ahora, vámonos!" - gritaron todos juntos.
Con un gran estruendo y un rayo de luz, el cohete se elevó hacia el cielo. Estrellita sonreía, brillante y feliz. Desde el cielo, les mandó besitos de luz.
"¡Esta es mi casa!" - gritó mientras se desvanecía entre las estrellas.
"Lo logramos, amigos!" - celebró Paxam.
"Sí, ayudamos a una estrella!" - exclamó Paxim.
"¡Un gran trabajo en equipo!" - sonrió Paxum.
Y así, los amigos se dieron cuenta de que, trabajando juntos, podían superar cualquier desafío, incluso aquellos que parecían imposibles. Desde ese día, Paxim, Paxam, Paxum y Pepito no solo eran los guardianes del bosque, sino también los amigos más valiosos que les traían luces brillantes a todos los seres del bosque.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.