La estrella que quería ser amiga
En un pequeño pueblo, donde el viento susurraba entre los árboles y las flores bailaban al compás de la brisa, vivía una nena llamada Sofía. Sofía era una niña curiosa y llena de sueños, pero había algo que la hacía sentir un poco sola: no tenía una amiga especial con la que compartir sus secretos y aventuras.
Una noche, mientras contemplaba el cielo estrellado desde su ventana, vio algo que le dejó los ojos como platos: una estrella brillante cayó del cielo y aterrizó suavemente en su jardín.
"¡Wow! ¿Eres real?" - exclamó Sofía, corriendo hacia el lugar donde la estrella se había posado.
"¡Sí! Soy Estrellita, y he venido a ser tu amiga" - respondió la pequeña estrella con un brillo amistoso en sus ojos.
Sofía no podía creerlo. La alegría la invadió y, sin dudarlo, tomó la mano de Estrellita.
"¿Qué vamos a hacer?" - preguntó Sofía emocionada.
"¡Vamos al Gran Festival de las Estrellas!" - sugirió Estrellita.
Y así, después de un parpadeo, Sofía se encontró volando por encima de su pueblo, agarrada de la mano de su nueva amiga, mientras las nubes pasaban por debajo de ellas como suaves almohadas.
Cuando llegaron al festival, un espectáculo de luces y colores brillantes las rodeó. Había estrellas de todos los tamaños, que danzaban al ritmo de una música encantadora. Sofía miraba maravillada, sintiéndose más feliz que nunca.
"¡Es hermoso!" - gritó Sofía.
"¡Y aún no hemos visto nada!" - contestó Estrellita.
Las dos amigas se unieron a los juegos estrellados, donde se lanzaban destellos de luz y hacían competencias de brillo. Todo era perfecto hasta que, de repente, una nube oscura apareció en el horizonte.
"¿Qué es eso?" - preguntó Sofía, nerviosa.
"No te preocupes, eso es solo Nublón, el guardián de las nubes. A veces se siente triste y viene a apagar la luz del festival" - explicó Estrellita.
"¿Y qué podemos hacer?" - preguntó Sofía, sintiendo que debía ayudar.
"Debemos mostrarle a Nublón lo maravilloso que es tener amigos y cómo puede brillar mejor junto a ellos" - dijo Estrellita.
Con valentía, Sofía decidió acercarse a la nube oscura.
"¡Hola, Nublón!" - gritó ella, tratando de que su voz llegara al corazón del guardián.
Nublón, al oírla, giró lentamente su forma sombría hacia ella.
"¿Qué quieres, niña?" - preguntó con voz profunda y triste.
"Quiero que sepas que ser amigo es especial. Ven a jugar con nosotras!" - ofreció Sofía, con una sonrisa cálida.
Nublón dudó un instante. Sus bordes oscuros comenzaron a desvanecerse al escuchar las palabras de Sofía, pero aún temía abrir su corazón.
"No sé cómo jugar, nunca lo he hecho" - murmuró Nublón.
"¡Podemos enseñarte! Todos merecen sentir la alegría de tener amigos" - agregó Estrellita, flotando a su lado.
Con un poco más de ánimo, Nublón se acercó a las dos amigas. A medida que iba acercándose, sus nubes comenzaron a iluminarse con destellos plateados.
Pronto, Nublón se unió a los juegos del festival. Sofía, Estrellita y Nublón rieron mientras hacían figuras de luz, y pronto, el guardián de las nubes entendió que la amistad lo hacía brillar aún más.
"¡Gracias, Sofía! ¡Gracias, Estrellita! Nunca pensé que podría ser tan feliz" - exclamó Nublón, ahora rodeado de destellos que iluminaban el cielo.
El festival continuó, y hasta el amanecer, la risa y la camaradería llenaron el aire. Sofía había encontrado no solo una amiga, sino también la forma de traer alegría a otros.
Cuando el sol comenzó a salir, Estrellita miró a Sofía y dijo:
"Es hora de que regrese al cielo, pero siempre estaré contigo, Sofía. Prometo que nunca olvidaré nuestra aventura juntos".
Sofía le sonrió con lágrimas de alegría en los ojos y respondió:
"Yo tampoco, siempre tendrás un lugar especial en mi corazón".
Estrellita ascendió hacia el cielo, y Sofía le dio un último saludo. Desde entonces, cada noche al mirar las estrellas, siempre recordaba a Estrellita y cómo un poco de valentía y bondad puede cambiar el mundo de alguien.
Y así, el aire del pequeño pueblo se llenó de risas y nuevos sueños, mientras Sofía siguió creando amistades, mostrándoles a todos que la magia de la amistad podía brillar en cualquier lugar y en cualquier corazón.
FIN.