La Estrella Sola



En un rincón del vasto cielo de Navidad, vivía una estrella llamada Estrellita. Aunque tenía un brillo especial en su corazón, no podía brillar por sí sola. Cada noche, observaba a las demás estrellas que titilaban y danzaban en el firmamento, y aunque deseaba hacer lo mismo, su luz se mantuvo apagada.

Estrellita a menudo se sentía triste, pensando que nunca podría iluminar una noche especial. Una noche, mientras contemplaba su reflejo en la oscuridad, escuchó una voz suave que provenía de la tierra.

"¿Alguna vez se ha preguntado por qué no brilla?" - preguntó un pequeño ratón llamado Rufi, que miraba hacia el cielo desde la cima de una colina.

"Porque no tengo luz propia y siempre estoy sola" - suspiró Estrellita.

Rufi, que era un ratón curioso, pensó durante un momento.

"Quizás necesitas encontrar a alguien que te ayude a brillar. Las mejores luces suelen ser las que cuentan con otros a su lado."

Animada por sus palabras, Estrellita decidió que debía encontrar a alguien que pudiera ayudarla. Así que, con una chispa de esperanza, comenzó a buscar.

Primero, se acercó a la Luna. La Luna, brillante y hermosa, escuchó la historia de Estrellita.

"Querida Estrellita, debes saber que a veces, el brillo se enciende cuando te unes a otros. Pero no puedo encender tu luz, solo tú puedes hacerlo."

"¿Y cómo puedo hacerlo si estoy sola?" - preguntó Estrellita, sintiéndose aún más apagada.

La Luna sonrió y le dijo:

"Busca a quienes necesiten tu luz. Cuando regales tu amistad, verás cómo brillas."

Estrellita decidió seguir el consejo de la Luna y bajó hacia la tierra. Allí, vio a un grupo de niños que estaban haciendo coronas de hojas y flores. Se acercó y les dijo;

"Hola, soy Estrellita. Quizás les gustaría que les ayudara."

Los niños miraron al cielo y sonrieron.

"¡Claro! ¡Nos encantaría tenerte con nosotros! Pero... ¿qué puedes hacer aquí, si no puedes brillar?"

Estrellita pensó por un momento y recordó lo que había dicho la Luna.

"Tal vez no pueda brillar, pero puedo contarles historias de aventuras."

Los niños se sentaron alrededor de Estrellita, ansiosos por escuchar. La estrella comenzó a narrar historias de héroes, de lugares lejanos y de sueños. Cada relato que contaba hacía que los ojos de los niños brillaran y sonreían con alegría.

A medida que las risas y los aplausos aumentaban, en el cielo comienza a suceder algo mágico. Los niños levantaron la vista hacia el firmamento y empezaron a aplaudir y cantar:

"¡Brilla, Estrellita, brilla!"

De repente, la risa y el aplauso de los niños formaron una melodía que viajó hasta el cielo. Sorprendida, Estrellita sintió una cálida luz fluir a través de ella. Como si la felicidad de esos pequeños hubiera encendido una chispa dentro de su corazón. Todo su ser se llenó de luz y comenzó a brillar más intensamente que nunca.

"¡Lo logré!" - gritó con alegría desde el cielo, iluminando la noche con su luz brillante. Desde entonces, cada vez que contaba historias, su luz se encendía aún más.

Un tiempo después, Rufi regresó a ver cómo estaba Estrellita. Al mirar hacia el cielo, vio una estrella resplandeciente que iluminaba toda la noche.

"¡Estrellita, qué bien brillas!" - exclamó el ratón.

"¡Gracias a todos mis amigos! He aprendido que no siempre necesitamos brillar por nosotros mismos. Juntos, podemos crear algo maravilloso" - respondió Estrellita, evidenciando su gran alegría.

Y así, Estrellita entendió que lo que realmente importa no es tener luz propia, sino compartir la felicidad y ayudar a otros a brillar. Esa noche, todos en la tierra miraron al cielo y vieron a la estrella que nunca estuvo sola más.

Desde ese día, Estrellita siguió contando historias todos los años en Navidad, rodeada de amigos, y nunca dejó de brillar.

FIN.

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