La familia de la colina
En lo alto de una colina, vivía una familia muy especial. Estaba compuesta por Mamá Liebre, Papá Liebre y sus diez hijos. A pesar de no tener mucho dinero, su hogar rebosaba de amor y alegría. Los días comenzaban con risas y abrazos, y aunque a veces enfrentaban desafíos, siempre encontraban una manera de resolverlos juntos. En su casa, la armonía reinaba y nunca habían peleado por algo innecesario.
Un día, la familia de la colina recibió una invitación especial. El Gran Festival de la Amistad se acercaba, y todas las familias del valle estaban invitadas a participar en divertidos juegos y coloridas celebraciones. Los pequeños Liebre estaban emocionados, pero al enterarse de que debían traer un regalo para intercambiar, sintieron que un nudo se formaba en sus estómagos. Mamá Liebre, siempre sabia y amorosa, notó la preocupación en sus rostros y reunió a la familia alrededor de la mesa.
"Mis queridos liebrecitos", comenzó Mamá Liebre con una dulce sonrisa. "No necesitamos dinero para mostrar nuestro cariño y gratitud. Podemos regalar algo que represente lo mejor de cada uno de nosotros". Los pequeños Liebre se miraron con curiosidad, intrigados por las palabras de su madre.
Decidieron trabajar juntos en un regalo único para el intercambio. Cada uno aportaría algo especial, algo que los representara a cada uno de ellos, como la valentía, la creatividad, la compasión y la alegría. Papá Liebre les ayudó a confeccionar un hermoso mantel tejido con ramas y hojas, en el que plasmaron sus virtudes y valores con brillantes colores. El resultado fue una obra de arte que reflejaba la esencia de su amorosa familia.
Llegó el día del Gran Festival de la Amistad y toda la familia de la colina se dirigió al valle. Allí, disfrutaron de juegos, bocadillos deliciosos y risas compartidas. Cuando llegó el momento del intercambio de regalos, los pequeños Liebre presentaron con orgullo su regalo único. Al desenvolverlo, los demás animales del valle quedaron asombrados por la belleza y el significado del obsequio.
Todos comprendieron que el valor de un regalo no reside en su precio, sino en el amor y el esfuerzo que se invierte en él. La familia de la colina regresó a su hogar con corazones rebosantes de alegría, sabiendo que la verdadera riqueza reside en las relaciones honestas, en el trabajo en equipo y en el amor desinteresado que compartían.
FIN.