La familia de la mamá pata
La mamá pata estaba muy emocionada. Había cuidado con mucho amor y paciencia sus huevitos durante semanas, y por fin llegaba el momento de ver a sus patitos rompiendo los cascarones.
-¡Qué emoción! -exclamaba la mamá pata mientras observaba cómo el primer huevo se agrietaba lentamente. De pronto, un pequeño patito amarillo asomó su cabecita y pió tiernamente. La mamá pata no podía contener su felicidad al ver a su primer hijo saludándola con tanto entusiasmo.
-¡Bienvenido, mi pequeño! ¡Eres hermoso! -dijo la mamá pata entre lágrimas de alegría. Pero justo cuando pensaban que todo seguiría así de maravilloso, algo inesperado sucedió.
El segundo huevo quebrado reveló un patito diferente: era de un color azul brillante y tenía una mancha en forma de estrella en su frente. -¡Oh, qué sorpresa tan maravillosa! ¡Eres único y especial, querido! -exclamó la mamá pata abrazando a su segundo patito con ternura.
Sin embargo, cuando el tercer huevo se rompió, lo que salió de él no fue un patito común y corriente. Era un pollito muy pequeño y débil que apenas podía abrir los ojitos.
-¿Qué pasó aquí? -se preguntaba la mamá pata preocupada por la fragilidad de su nuevo hijo. A pesar de ser diferente a sus hermanos, la mamá pata no dudó ni un segundo en cuidar con amor al pollito más débil.
Lo mantuvo calentito bajo sus alas, le dio comida especial para fortalecerlo y lo animó a crecer fuerte día a día. Los días pasaron y los tres patitos crecieron juntos en armonía. El primero era valiente y aventurero; el segundo creativo e ingenioso; y el tercero sensible y cariñoso.
A pesar de sus diferencias, se complementaban perfectamente como una verdadera familia. Un día, mientras exploraban el lago cercano a su hogar, los tres hermanos escucharon unos gritos desesperados provenientes del agua.
Sin dudarlo un instante, cada uno utilizó sus habilidades únicas para ayudar: el primero nadó velozmente hacia la orilla para buscar ayuda; el segundo construyó una balsa improvisada con ramas flotantes; y el tercero consoló a la persona atrapada en medio del lago hasta que llegara la ayuda necesaria.
La mamá pata observaba orgullosa desde la orilla cómo sus hijos trabajaban en equipo para salvar vidas gracias a las cualidades especiales que cada uno poseía.
Se dio cuenta entonces de que la diversidad no solo traía belleza al mundo, sino también fortaleza y unidad cuando se sabía apreciarla en toda su magnitud.
Y así fue como aquella familia de patitos demostró que las diferencias no eran obstáculos insalvables, sino oportunidades para aprender unos de otros y crecer juntos en amor y respeto hacia todo ser viviente del planeta.
FIN.