La Familia de Maia
Era un día soleado en el barrio de Alamedas donde vivía Maia. Maia era una niña curiosa, siempre disfrutaba de salir a jugar con sus amigas y explorar su entorno. Tenía dos mamás, Ana y Lucía, quienes eran muy cariñosas y siempre le enseñaban sobre la diversidad de las familias.
Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigas, Maia escuchó a un grupo de niños hablando sobre las diferentes familias. Decidió unirse a ellos.
"¡Hola! ¿De qué hablan?" - preguntó Maia, sonriendo.
"Estamos hablando de los diferentes tipos de familias. Algunas solo tienen un papá, otras una mamá y algunas tienen un papá y una mamá juntos" - explicó Tomi, un niño de su clase.
Maia se sintió un poco rara.
"Yo tengo dos mamás, ¿eso es raro?" - preguntó, un poco tímida.
"No, no es raro. Es solo diferente!" - respondió Sofía, su amiga.
Maia decidió que quería mostrarles a sus amigos qué significaba tener dos mamás.
"¿Quieren venir a mi casa a conocer a mis mamás?" - les invitó con entusiasmo.
Los amigos de Maia aceptaron la invitación. Cuando llegaron a la casa, Ana estaba cocinando y Lucía estaba en el jardín cuidando de las plantas.
"¡Miren, son mis amigos!" - gritó Maia.
Ana y Lucía se acercaron y saludaron a todos con una amplia sonrisa.
"Hola chicos, ¿quieran probar un poco de lo que estoy cocinando?" - preguntó Ana mientras sacaba algunas galletas del horno.
Los chicos estaban encantados.
"¡Mmm! Son ricas!" - dijo Tomi mientras masticaba.
Después de disfrutar de las galletas, Lucía les propuso un juego.
"Ahora que están aquí, ¿qué les parece si hacemos una torre con bloques de colores y cada uno le pone el nombre a su familia?" - sugirió Lucía.
Todos se entusiasmaron con la idea. Cada niño presentó su familia mientras que iban colocando los bloques.
"Yo tengo un papá y una mamá" - dijo Sofía mientras ponía un bloque azul.
"Mi familia es solo de papá, pero me cuida mucho" - comentó Martín, colocando un bloque amarillo.
"Y yo tengo dos mamás!" - dijo Maia, colocando un bloque rosa.
Los niños miraron el colorido bloque y sonrieron.
"Eso es genial, Maia!" - exclamó Tomi.
En ese momento, Maia sintió que su familia, aunque diferente, era especial. Pero de repente, sus amigos comenzaron a hacer más preguntas sobre cómo era tener dos mamás.
"¿No te gustaría tener un papá también?" - preguntó Sofía.
Maia se detuvo a pensar. Sabía que cada familia era diferente.
"No, estoy feliz con mis dos mamás. Ellas me quieren mucho y me cuidan bien" - respondió con seguridad.
Los niños se miraron y comenzaron a hablar entre ellos.
"Tal vez lo importante no es cuántos papás o mamás tengamos, sino que nos amen y nos cuiden" - dijo Martín.
Todos asintieron sonrientes.
Con el tiempo, Maia y sus amigos se dieron cuenta de que la diversidad en las familias era algo maravilloso. No importaba si tenías un papá, una mamá o dos mamás. Lo que realmente importaba era el amor que había en cada hogar.
Así, aprendieron a celebrar las diferencias y a valorar la unidad. Maia sonreía satisfecha, sabiendo que su familia era única y especial.
Al final del día, después de haber jugado y reído, los amigos se despidieron.
"¡Bye! El próximo sábado, viene a casa y les voy a mostrar cómo hacemos una fiesta familiar!" - dijo Maia mientras los veía alejarse.
Y así, Maia aprendió que todas las familias son diferentes, pero el amor que se comparte en cada una de ellas las hace especiales.
A partir de ese día, cada vez que hablaban de familia, Maia tenía su propia historia que contar, llena de amor y aceptación.
FIN.