La familia que conoció el alegre pueblo llamado Pivijay



Había una vez una familia llamada los Martínez, que vivían en una ciudad grande y bulliciosa. Papá, mamá y sus dos hijas, Sofía y Valentina, sentían que todos los días eran iguales y que necesitaban una aventura. Un día, mientras estaban buscando un lugar para pasar las vacaciones, encontraron una guía de viajes antigua que hablaba sobre un pueblo pequeño y alegre llamado Pivijay.

"- Miren esto, familia! Dice que en Pivijay hay música, danzas, y un festival de colores!" exclamó Sofía emocionada.

"- ¡Suena genial! Pero, papá, ¿qué hay de la playa?" preguntó Valentina, que soñaba con construir castillos de arena.

"- No hay playa, pero hay ríos y montañas. ¿Qué dicen si nos aventuramos a conocerlo?" propuso Papá.

"- ¡Sí! ¡Vamos a Pivijay!" gritaron las chicas al unísono.

Después de un largo viaje en auto, finalmente llegaron a Pivijay, y al bajarse del vehículo, fueron recibidos por un melodioso canto de aves y un aroma delicioso de flores. Las casas de colores vibrantes y las sonrisas de los habitantes hicieron que se sintieran como en un cuento.

"- ¡Hola! Bienvenidos a Pivijay! Soy Doña Rosa, la alcaldesa del pueblo", dijo una mujer mayor con un sombrero de flores.

"- ¡Hola! Somos los Martínez", respondió mamá.

"- Pivijay es un lugar donde la alegría nunca se acaba. ¿Quieren unirse a nuestra Fiesta de los Colores?" preguntó Doña Rosa.

"- ¡Sí!" respondieron todas con entusiasmo.

Esa noche, el pueblo se iluminó con luces de mil colores, y todos bailaban y cantaban. Sofía y Valentina se unieron con sus nuevos amigos a un concurso de pintura, donde cada uno tenía que hacer un dibujo que representara su emoción. Una vez terminado, todos los dibujos fueron colgados en la plaza.

"- ¡Miren esos hermosos colores!" dijo Valentina, admirando los trabajos de los demás. "- Me encanta cómo cada uno siente algo diferente sobre este lugar."

"- Sí, y eso nos muestra lo importante que es expresar nuestros sentimientos," añadió Sofía.

Al día siguiente, los Martínez decidieron explorar el campo. Con Doña Rosa como guía, llegaron a un hermoso río donde había familias y amigos disfrutando del sol. Aquel lugar escondía un secreto: en las piedras del río, los niños habían pintado mensajes de amor y amistad.

"- ¿Ven? Aquí en Pivijay, siempre hay algo nuevo por descubrir," dijo Doña Rosa mientras leía los mensajes.

"- Me gusta mucho este lugar. Creo que debería haber más pueblos como Pivijay en el mundo," dijo mamá sonriendo.

Sin embargo, poco después de su día en el río, los Martínez notaron que algunas personas estaban tristes. Doña Rosa les explicó que el festival de colores se estaba viendo amenazado porque no tenían suficientes materiales para seguir pintando las piedras en el río.

"- ¡Oh no! ¿Qué podemos hacer?" preguntaron Sofía y Valentina al unísono.

"- Tal vez podamos ayudar a recolectar materiales!" sugirió Valentina.

"- ¡Esa es una gran idea!" exclamó papá. "- Podríamos organizar un taller para que todos puedan contribuir."

Así fue como los Martínez decidieron hacer un taller de reciclaje, donde invitaron a todos los habitantes de Pivijay a participar. Juntos, reunieron botellas, tapas y otros elementos que podrían ser reutilizados para crear nuevos colores y pinturas.

"- Esta comunidad no solo es alegre, sino también unida. Nos apoyamos unos a otros," dijo Doña Rosa emocionada.

Con el material recolectado, los habitantes y los Martínez comenzaron a pintar. Aquel día, las piedras del río brillaron más que nunca. La alegría volvió a Pivijay, y el festival de colores fue un éxito.

"- ¡Esto es hermoso! Cada uno de nosotros pusimos un poco de nuestra esencia en estas piedras," dijo Sofía, mirando el río lleno de colores.

"- Sí, y ahora Pivijay va a ser un lugar especial no solo para nosotros, sino para todos los que vengan a visitarlo. ¡Siempre recordaremos esta experiencia!" añadió Valentina.

Finalmente, la familia Martínez se despidió de Doña Rosa y sus nuevos amigos, con el corazón lleno de colores y sonrisas. Al volver a casa, sabían que aunque el viaje había terminado, la alegría y la unión que vivieron en Pivijay siempre estarían con ellos.

"- ¡Hasta la próxima, Pivijay!" gritaron mientras se alejaban, llenando el aire con risas y amor.

FIN.

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