La Familia Ventura y el Gran Apagón



Era una tarde como cualquier otra en la casa de la familia Ventura. Papá Carlos estaba en el living leyendo su diario, mientras que mamá Ana preparaba la cena en la cocina. Los pequeños Tomi y Lila jugaban en su habitación.

De repente, un estruendo sacudió la casa.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Tomi mirando a su hermana con los ojos bien abiertos.

"No sé, pero suena raro. Voy a ver" - contestó Lila, un poco asustada.

Salieron del cuarto y se encontraron con su papá que ya había apagado la tele. Ella solo quedó encascada a su lado.

"¿Papá, qué pasó?" - preguntó Lila.

"Parece que se cortó la luz. Nada para preocuparse, chicos. A veces pasa..." - dijo Carlos, intentando tranquilizarlos.

La casa se quedó en completa oscuridad, y el silencio era abrumador. Ana se acercó con un par de velas.

"Es hora de encender un poco de luz artificial. Esto se va a poner interesante" - dijo con una sonrisa.

Los niños observaron cómo su mamá encendía las velas. La casa empezó a tener un aire misterioso y mágico con las llamas parpadeantes.

"¿Podemos contar historias a la luz de las velas?" - propuso Tomi.

"¡Sí! ¡Vamos a contar cuentos de miedo!" -rió Lila, emocionada.

Así fue como la familia Ventura se acomodó en el living, en el suelo, rodeados de velas y almohadas. Tomi comenzó a contar una historia sobre un fantasma que vivía en un viejo castillo.

"Había una vez un fantasma llamado Don Ramón que no podía encontrar su paz..." - relataba Tomi en un tono misterioso.

Pero a medida que la historia avanzaba, una sombra pasó por la ventana, y Lila gritó.

"¡Ay! ¡¿Qué fue eso? !" - asustada.

"¡No, no te asustes! Solo es la sombra de un árbol" - intentó calmarla Papá Carlos.

La trama de la historia se detuvo, y todos empezaron a mirar por la ventana. Pero no había más sombras, solo la luz tenue de las velas que les daban un toque de magia a la oscuridad.

"¿Y si hacemos una búsqueda del tesoro por la casa?" - sugirió Ana, para cambiar el tema y hacer algo divertido.

"¡Buena idea, mamá!" - gritaron los chicos al unísono.

Ana buscó en su bolso y sacó un viejo mapa que había encontrado hace mucho tiempo.

"Este mapa, que era mío de pequeña, dice que hay un tesoro escondido en esta casa. Vamos a descubrirlo" - dijo, dibujando la primera pista en la mesa.

Comenzaron a seguir las pistas que los llevaron de una habitación a otra. Las risas y los gritos llenaban la casa mientras buscaban la siguiente pista. Era un momento que nunca habían compartido de esa manera.

Finalmente, llegaron a la habitación de Lila. El mapa les indicaba que el tesoro estaba bajo la cama. Anna se arrodilló y, para su sorpresa, encontró una pequeña caja de metal.

Los pequeños se acercaron con curiosidad.

"¿Abrimos juntos?" - preguntó Tomi.

"¡Sí, sí!" - respondió Lila, saltando de emoción.

Ana les dio la caja. Estaba un poco oxidada, pero aún podía abrirse. Al abrirla, encontraron algunos dulces y pequeños recuerdos de cuando eran más pequeños.

"¡Mirá, son las pulseritas que hicimos en el verano!" - dijo Lila, abrazando a su hermano orgullosa.

"Y estos caramelos de menta son los que le compramos a nuestra abuela en el último cumpleaños" - añadió Tomi.

"¡Esto es nuestro tesoro!" - exclamó Ana, mientras se unían en un cálido abrazo.

Entonces, de repente, la luz volvió a encenderse. Todo el hogar se iluminó, y la familia Ventura miró a su alrededor.

"¿Qué?" - dijo Carlos, con sorpresa.

"No importa, ya estamos en un viaje de aventuras" - dijo Ana, sonriendo.

"Sí, ¡lo mejor de la noche estuvo pasando tiempo juntos!" - dijo Lila, mirando a sus papás y sonriendo.

Y así, aunque el apagón fue inesperado, la familia Ventura descubrió que a veces las sorpresas pueden traer momentos felices y unidos. La oscuridad les había regalado una nueva forma de jugar y reír juntos, que jamás olvidarían.

Desde ese día, cada vez que había un apagón, en lugar de preocuparse, se preparaban para sus propias noches de aventuras.

"¿Quién quiere hacer otra búsqueda del tesoro?" - preguntó Carlos mientras apagaba nuevamente la luz. Todos rieron, y así, completaron una jornada llena de recuerdos.

FIN.

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