La Farmacéutica del Pueblo



Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Villaverde. Los niños salían de sus casas, listos para jugar en la plaza. Entre ellos estaba Lía, una niña de diez años con una risa contagiosa y una curiosidad infinita. Una vez al mes, Lía visitaba a su amiga la farmaceútica, la señora Clara, quien tenía una farmacias colorida y siempre llena de aromas agradables.

"¡Hola, Clara!" -gritó Lía cuando entró en la farmacia, sus ojos iluminándose al ver las estanterías repletas de frascos y cajas de colores.

"¡Hola, mi querida Lía! ¿Cómo estás?" -respondió la señora Clara con una sonrisa cálida. "Hoy tenemos muchas cosas nuevas. Vení, te quiero mostrar algo."

Clara llevó a Lía hacia un rincón donde había un cartel que decía: "Aprendamos sobre las plantas medicinales".

"¿Sabías que muchas de nuestras medicinas vienen de plantas?" -dijo Clara emocionada. "Te voy a contar sobre algunas de ellas."

Lía se sentó en un banquito y escuchó atentamente mientras Clara le mostraba frascos de hierbas.

"Esta es la manzanilla, que ayuda a calmar la panza. Esta otra es la menta, que da frescura y ayuda a la digestión. Y esta, ¡oh, esta es la lavanda!" -dijo Clara, alejándose un poco para que el aroma llegara a Lía.

"¡Qué lindo huele!" -exclamó Lía. "¿Puedo aprender más sobre ellas?"

"Por supuesto, Lía. Te invito a una aventura: podemos buscar estas plantas en el campo juntos. ¿Te animás?" -sugirió Clara.

Los ojos de Lía brillaron de emoción.

"¡Sí! ¡Quiero ser botánica, como vos!" -gritó saltando de felicidad.

Al día siguiente, Lía y Clara se aventuraron al campo. Llevaban una canasta para recoger las plantas. Durante el camino, Clara enseñaba a Lía cómo reconocer cada planta, explicándole su uso y cuidado.

"La naturaleza es sabia, Lía. Siempre nos ofrece lo que necesitamos" -decía Clara.

Tras varias horas de recolección y muchas risas, Lía se sintió cansada pero feliz.

"Mirá lo que encontramos, Clara. ¡Estamos llenas de tesoros!" -dijo Lía, mostrando la canasta llena de hierbas.

Regresaron a la farmacia, donde Clara decidió hacer un taller para los niños del pueblo.

"¡Hola, chicos!" -saludó Clara a un grupo de niños que ya la esperaba. "Hoy haremos una poción mágica con lo que recolectamos. ¿Se animan?"

Los niños gritaban de emoción y se sentaron en círculo. Clara les enseñó a preparar una infusión de manzanilla, explicando los beneficios de cada planta.

"Es importante respetar a la naturaleza y usarla con inteligencia, como lo hicimos hoy," -les dijo Clara mientras servía las tazas humeantes.

De repente, un niño llamado Tomás preguntó:

"¿Y si alguien hace pociones malas?"

Clara pensó un momento, y luego respondió con una sonrisa.

"Las intenciones son lo más importante, Tomás. Siempre debemos usar nuestros conocimientos para ayudar a los demás y cuidar nuestro mundo" -dijo.

Los niños asintieron, comprendiendo la lección.

Pasaron los días y el taller de Clara fue todo un éxito. Más niños comenzaron a preocuparse por aprender sobre la medicina natural, y se organizó un grupo que cuidaba el jardín de la farmacia, plantando nuevas hierbas.

"Mirá, Lía. ¡Crecieron todas nuestras plantas!" -exclamó Clara un día, viendo las hierbas verdes y frescas.

Lía y sus amigos cuidaron del jardín con esmero, entendiendo cada vez más sobre lo que la naturaleza les ofrecía. Pero un día, una tormenta fuerte azotó Villaverde, y su querido jardín fue destruido.

"¡Oh, no!" -asimiló Lía al ver el desastre. "¿Pero qué haremos ahora?"

"No te preocupes, Lía. Esto es parte de la naturaleza también. Ahora tenemos que aprender a reconstruir y a cuidar más nuestros recursos" -dijo Clara con ánimo.

Juntos, levantaron nuevos pequeños plantines y aprendieron sobre la siembra, el riego y el cuidado a largo plazo de las plantas.

Con el paso del tiempo, su jardín resurgió con más fuerza, y los niños del pueblo aprendieron que, a veces, los mejores aprendizajes vienen de las adversidades.

"¡Mirá, Lía! ¡Nuestras plantas están sanas y hermosas!" -gritó Clara, llena de felicidad.

"Sí, Clara. ¡Todo gracias a nuestro trabajo en equipo!" -respondió Lía, con una gran sonrisa.

Y desde aquel día, la farmacia de Clara no solo fue un lugar para comprar medicinas, sino también un espacio donde la comunidad aprendía a cuidarse y a cuidar del planeta.

Lía, con su amor por la ciencia y la naturaleza, decidió que cuando creciera, también sería farmacéutica y ayudaría a todos en su pueblo, como lo hacía su amiga Clara. Así, la historia de Lía y Clara se convirtió en un símbolo de amistad, trabajo en equipo y cuidado del entorno.

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"Siempre serán nuestros enseñanzas, Lía. La naturaleza es magia, cuidémosla juntos" -dijo Clara.

Y así, el pequeño pueblo de Villaverde siguió prosperando, lleno de niños sonrientes que disfrutaban del sol, las risas y el amor por aprender sobre la vida.

FIN.

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