La felicidad bajo la lluvia
Había una vez un niño llamado Mateo que iba feliz a Jardín todos los días. Le encantaba cantar, bailar y jugar con sus amiguitos.
Desde que se despertaba por la mañana, no podía esperar para llegar al jardín y empezar a divertirse. Un día, Mateo se levantó muy temprano y se preparó para ir al jardín. Se puso su uniforme, desayunó rápidamente y salió corriendo de casa junto a su mamá.
Al llegar al jardín, Mateo se encontró con sus amigos Lucas y Sofía. - ¡Hola Mateo! - dijo Lucas emocionado. - ¡Hola Lucas! ¡Hola Sofía! ¿Están listos para pasar un día genial en el jardín? - preguntó Mateo.
Los tres amigos asintieron con entusiasmo y entraron corriendo al jardín. La seño Laura los recibió con una gran sonrisa en el rostro. - Buenos días chicos, ¿listos para divertirse hoy? - preguntó la seño Laura. - ¡Sííí! - respondieron los niños emocionados.
Durante toda la mañana, Mateo cantó canciones, bailó como nunca antes lo había hecho y jugó a las escondidas con sus amigos. Estaban tan felices que ni siquiera notaron cuando llegó la hora del almuerzo.
Después de comer, la seño Laura les propuso hacer una actividad especial: pintar cuadros utilizando diferentes colores y formas. - Vamos a ser unos verdaderos artistas hoy - dijo la seño Laura mientras les entregaba los pinceles y las pinturas.
Mateo se sintió emocionado por poder dejar volar su imaginación y pintar un cuadro único. Mientras pintaba, comenzó a pensar en cómo sería si todos los días fueran como ese, llenos de diversión y alegría. De repente, el cielo se nubló y empezó a llover.
Todos corrieron adentro del jardín para protegerse de la lluvia. Mateo miró triste por la ventana mojada y suspiró. - ¿Qué pasa, Mateo? - preguntó Lucas preocupado.
- Me pone triste cuando no podemos venir al jardín por la lluvia - respondió Mateo con una carita triste. Sofía se acercó a él y le dio un abrazo reconfortante. - No te preocupes, Mateo.
Aunque no podamos venir al jardín algunos días, siempre nos vamos a divertir cuando estemos juntos - dijo Sofía con una sonrisa. Mateo sonrió y se dio cuenta de que tenía razón.
Aunque extrañara ir al jardín cuando no había clases, siempre podría encontrar formas creativas de divertirse en casa o hacer actividades diferentes con sus amigos. Desde aquel día, cada vez que llovía o no podían ir al jardín por alguna razón, Mateo aprovechaba para jugar juegos de mesa con su familia o hacer manualidades en casa.
También llamaba a Lucas y Sofía para organizar encuentros en el parque cercano o visitarse mutuamente en sus casas.
Así fue como Mateo aprendió que aunque las cosas no siempre salgan como uno quiere, siempre hay formas de encontrar la felicidad y pasar buenos momentos junto a las personas que más queremos. Y así, Mateo siguió yendo feliz al jardín, cantando, bailando y jugando con sus amiguitos, pero también aprendió a disfrutar de los días en casa o en otros lugares.
Porque lo más importante era estar junto a quienes te hacen feliz sin importar dónde estés.
FIN.