La Felicidad de Bayron y Kahy



Había una vez en un pequeño pueblo, dos amigos inseparables llamados Bayron y Kahy. Bayron era un conejo de orejas largas y pelaje suave, mientras que Kahy era un loro colorido con un carácter alegre. Juntos, compartían momentos divertidos y exploraban el bosque que rodeaba su hogar. Sin embargo, un día, se dieron cuenta de que el pueblo estaba más triste que de costumbre. Las risas y los juegos parecían haber desaparecido.

- ¿Qué está pasando aquí? - preguntó Bayron, mientras miraba a su alrededor.

- No lo sé, pero debemos hacer algo - respondió Kahy, batiendo sus alas ansiosamente.

Entonces, decidieron investigar.

- Tal vez las flores no están creciendo bien este año - sugirió Bayron. - Podríamos plantar algunas.

- ¡Sí! ¡Podemos hacer un jardín! - exclamó Kahy.

Ambos se pusieron manos a la obra. Juntaron semillas de diferentes colores y tamaños y comenzaron a plantar. Mientras trabajaban, se encontraron con otros animales del bosque.

- ¿Qué hacen, amigos? - preguntó una tortuga curiosa.

- Queremos hacer un jardín para alegrar al pueblo - respondió Bayron con una gran sonrisa.

- ¿Puedo ayudar? - preguntó la tortuga.

- ¡Claro! Cuantos más, mejor - dijo Kahy emocionado.

Al poco tiempo, otros animales se unieron a la causa: las ardillas traían pequeñas piedras, el ciervo ayudaba a cavar hoyos, y hasta las mariposas danzaban sobre los pequeños brotes que comenzaban a brotar.

- Este jardín va a ser el más bonito de todos - dijo Bayron mientras observaba el trabajo en equipo.

- Sí, y será un lugar donde todos podrán venir a jugar y a reír - agregó Kahy.

Pasaron los días y cada vez que visitaban el jardín, se sentían más felices. Sin embargo, el clima empezó a cambiar. Un fuerte viento sopló y las nubes oscuras comenzaron a cubrir el cielo.

- ¿Y si la tormenta se lleva nuestras semillas? - preguntó Bayron preocupado.

- ¡No te preocupes! - respondió Kahy. - Siempre podemos volver a plantarlas. Lo importante es que estamos juntos y nos divertimos.

Sin embargo, no fue solo el viento lo que soplaba. La tormenta llegó rápidamente, arrasando con parte del trabajo del jardín. Cuando la tempestad cesó, Bayron y Kahy miraron desolados.

- Noooo, ¡todo nuestro esfuerzo! - exclamó Bayron.

- Pero, espera… ¿y si lo vemos de otra manera? - sugirió Kahy. - ¿Y si esto es una oportunidad para aprender y hacerlo aún mejor?

Bayron se quedó pensando.

- Tenés razón, Kahy. Podemos hacer que este jardín sea más fuerte. ¡Vamos a replantar!

Comenzaron de nuevo, pero esta vez invitaron a todos los animales. Juntos levantaron la moraleja de que el trabajo en equipo hace la fuerza. Con el apoyo de todos, el jardín floreció aún más que antes.

- ¡Miren lo que logramos! - gritó Kahy emocionado. - Este jardín es un símbolo de nuestra amistad y esfuerzo.

Los días pasaron y pronto el jardín se llenó de colores y aromas. Los habitantes del pueblo empezaron a acercarse maravilla. Risas y juegos llenaron el aire.

- ¡Vamos a tener una fiesta! - propuso Bayron. - Celebremos nuestra felicidad y todo el trabajo que hicimos.

- ¡Sí! - gritó Kahy. - ¡Sería genial!

Así, organizaron una fiesta en el jardín. Todos los animales fueron invitados y también los niños del pueblo. Bailaron, cantaron y jugaron. Cuando llegó la noche, el cielo estrellado se iluminó con risas y alegría.

- Gracias, Kahy. Sin tu optimismo, nada de esto habría sido posible - dijo Bayron mientras miraba a su amigo.

- Y gracias a vos, Bayron. Juntos, somos el mejor equipo - respondió Kahy.

Desde ese día, el jardín se convirtió en el lugar más feliz del pueblo. Y así, Bayron y Kahy aprendieron que la felicidad se comparte, se construye, y sobre todo, se cultiva con amor y amistad.

Fin.

FIN.

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